jueves, 1 de marzo de 2007

Ser o no ser (padre)

Uno de mis mejores amigos ha demostrado tener cerebro y huevos (sobre todo esto último) y, antes de llegar a los 30, ha decidido asegurarse una cierta tranquilidad para el futuro, realizándose una vasectomía.

Demás está decir que no sólo apoyo completamente su decisión y me solidarizo con él frente a cualquier crítica, sino que lo asumo como ejemplo a seguir. En un post anterior creo que dejé bastante en claro que tener prole no es exactamente una de mis prioridades, ni mucho menos. Respeto a quienes, por un motivo u otro, toman la difícil decisión de convertirse en padres, pero me permito discrepar abiertamente respecto a ello.

Ésta no es una idea improvisada, ni mucho menos, porque la vengo gestando, no pun intended, desde hace casi una década, atrayéndome las críticas de parientes, amigos, conocidos, solteros, casados, divorciados, viudos, heterosexuales, homosexuales, blancos, negros, chinos, etc etc. Es decir, he logrado lo que ni la ONU ha podido jamás: poner al mundo entero (o casi) en contra de un punto de vista personal.

Probablemente usted también, estimado lector, se habrá unido al pelotón de fusilamiento, y estará pensando que soy un degenerado, un hereje, un satánico, que voy contra las reglas de Dios y de la naturaleza, que soy un egoísta, que eso lo dices ahora pero espera cuando tengas diez años más, que desafío los fundamentos de la familia, que no tengo principios, y otras amenidades. Puede ser que la gente esté en lo correcto en alguna de dichas afirmaciones, o quizás en todas, pero me parece conveniente exponer mis razones y mis porqués, antes de ver rodar mi cabeza.

Yendo en orden casi estríctamente cronológico, empezaré por los transtornos físicos y emocionales que conlleva el embarazo en la futura madre. Sin ser mujer, me parece aterrador todas las cosas por las que tiene que pasar la pobre chica, una serie de torturas físicas que culminan en el evento probablemente más doloroso al que se someta un ser humano de forma voluntaria: el parto. Me parece sádico hacer que alguien sufra de esa manera, más aún si es la persona que uno ama (supuestamente); así que ni a balas.

Ya en esta fase se comienza a experimentar un aumento en los costos familiares, que en el peor de los casos se acompaña a un descenso en los ingresos cuando los problemas de salud ligados a la "dulce espera" impiden que la mujer desempeñe sus actividades laborales. Sólo hay dos maneras de contrarrestar ese incremento en el gasto: por una parte se pueden aumentar los ingresos de forma proporcional, consiguiendo un empleo adicional o buscando alcanzar un puesto mejor remunerado y por lo tanto menos seguro, y por la otra no queda más remedio que reducir el nivel de vida que se está manteniendo. Es evidente que hay casos en que la situación económica de la familia es tan acomodada que ese incremento es prácticamente irrelevante; pero constituyen una minoría, porque el nivel mínimo requerido para poder continuar con el mismo tenor de vida y al mismo tiempo asegurar al futuro nacido las mejores condiciones para su crecimiento es tan elevado (ver puntos siguientes), que sólo unos ingresos galácticos pueden permitirlo.

Por mi parte, y mientras tenga en el cuello la hipoteca (faltan 19 años 3 meses), no tengo la menor intención de matarme con un doble o triple turno de trabajo, ni mucho menos llegar a puestos muy bien remunerados pero fácilmente fusibles. En cuanto a reducir el nivel de vida... más adelante me explayaré sobre eso.

Siguiendo con el hilo lógico, las consecuencias directas de tener un hijo se reflejan, de manera casi einsteniana, tanto en el espacio como en el tiempo. En lo que respecta a las primeras tres dimensiones del universo, es obvio que se necesita acondicionar los ambientes de la casa para recibir al vástago, con la consecuente reducción de metros cuadrados valiosos que antes tenían otro uso. En mi caso, sólo me quedaría eliminar o el gimnasio o el estudio: como creo firmemente en lo de mens sana in corpore sano, no estoy dispuesto a renunciar ninguno de los dos. La desaparición del primero llevaría a tener que pagar una mensualidad en algún gym y deshacerme de las máquinas que tanto me ha costado comprar y armar. Volarme el segundo significaría tener a mis amados libros en cajas, cajones, baúles... no soportaría verlos morder el polvo.

En cuanto al tiempo, cualquier padre puede hablar de la drástica desaparición de las horas de sueño. Pero, por las razones económicas enunciadas hace un par de párrafos, habíamos quedado en que se necesitaba trabajar más, o tener empleos de mayor responsabilidad... se puede manejar eso con varios meses de insomnio a cuestas? Pero yo voy más allá: en la práctica, termina dándose la incapacidad de disponer del tiempo libre como uno mejor crea. Uno está viendo un dvd de lo más tranquilo, y hay que cambiar un pañal. Se tiene organizado un partido con los colegas, pero no se puede jugar porque hay que llevarlo al doctor. Se intenta escribir una novela, pero hay que detenerse a mitad de párrafo para ayudar en las tareas de matemática. Lo que sigue es la mutación de los fines de semana: a menos de encargar al párvulo con parientes o baby sitters o empleadas es imposible salir de casa sin él. Eso restringe notoriamente el campo de posibilidades, porque no se puede ir al estadio, no se puede ir a ver películas que no involucren animales parlantes, no se puede ir a la disco, no se puede salir con los amigos, etc etc etc. De la misma manera, se viene la imposibilidad de planear vacaciones de un cierto tipo... empiezan a surgir objeciones que antes eran un ingrediente más de la aventura. Las Bahamas? hay tres escalas intermedias. Las Seychelles? muchos mosquitos. Egipto? demasiado calor. Al final con las justas se va tres días a casa de la abuela y se acabó, pero por lo menos se ahorró algo. El año siguiente es Disneyland o nada, y ahí el bolsillo comienza a llorar.

Eso es algo que ni siquiera tomo en cuenta: no admito la idea de no poder decidir qué hago cuando no estoy gastando neuronas en el trabajo. Es mi derecho, vamos! Además, la pérdida de dinero, espacio y tiempo se reflejan, en general, en una merma de las comodidades a las que uno está acostumbrado.
Menos CDs y más peluches, menos pizza y más pañales, menos viajes y más medicinas. Antes de empezar a trabajar, cada vez que quería que mis padres me compren algo que escapaba de nuestro presupuesto familiar, tenía que escuchar la famosa frase de mi madre, cuando trabajes te lo podrás comprar. Bueno, he esperado veintitantos años para llegar a un punto en el que puedo comprarme casi todo lo que me gusta (dentro de los rangos lógicos), y no tengo la menor gana de regresar a limitaciones de antaño.

Ahora bien, a estas alturas todo debe haber sonado muy egocéntrico, salvo quizás el tema del embarazo y el parto. Así que voy a hacer un shift en el punto de vista: veámoslo desde el otro lado.

Cuando hablaba de la parte ecómica, cité marginalmente el tema del nivel de vida. Si se quería mantenerlo, con una boca más que alimentar, había que trabajar el doble; si se quería seguir trabajando igual, había que reducirlo. En el primer caso, tendríamos el clásico caso del niño que no conoce a su padre porque pasa más tiempo en el trabajo que en casa, con todos los problemas que eso implica; en el segundo, me parece algo completamente irresponsable traer a este mundo un hijo si es imposible asegurarle las mejores condiciones de vida. No entiendo a quien tiene la brillante idea de obligar a un niño inocente a pasar su época de dependencia de los padres, es decir más o menos unos veinte años, sin poder contar con los mejores doctores, la mejor ropa, los mejores juguetes, el mejor colegio, la mejor universidad, el mejor auto. Esta es una maldad que no tiene nombre, porque significa soltarlo en un mercado cada vez más competitivo en desventaja respecto a los demás, reduciendo enormemente sus probabilidades de éxito. No sé si soy el único que piensa en estas cosas, pero sinceramente es algo digno de criminales jugar así con el futuro de una persona, y yo jamás me prestaré a hacerlo. Es inhumano.

Por otra parte, en el mundo moderno, para poder solventar los gastos de un núcleo familiar se requieren dos ingresos; esto es, los padres tienen que estar todo el día (o casi) lejos del niño. Y qué se hace entonces? Algunos tienen la suerte (?) de vivir aún en casa con los padres o suegros, algo que me parece humillante para quien ya tiene un trabajo y puede ser independiente, pero sigue aferrado infantilmente al suelo y al peculio paterno. Es una opinión mía, supongo que muchos se encuentran más cómodos así, por lo que tampoco voy a calcar mucho la mano sobre esto. Lo que sí me parece casi aberrante es dejar a un hijo todo el día en manos de una empleada, que generalmente alguien no está capacitada para brindar la mejor atención posible. Estoy seguro que las mismas personas no darían jamás las llaves de su auto a un chofer inexperto o sin carnet de conducir, pero sí están dispuestos a hacer algo similar con el niño. Absurdo. Reitero lo dicho antes: vale la pena poner a un inocente en semejantes condiciones?

Quiero ir más a fondo: me parece soberbio, casi arrogante, que alguien esté tan seguro de poder formar a un niño de la mejor manera, como para dedicarse a cultivar su prole. Y luego se lamentan por las incomprensiones que tienen con sus hijos, por las diferencias de carácter, porque son maleducados (maleducados? por quién?), etc etc. Todos los criminales han sido hijos de alguien; no creo que todos sus padres hayan sido unos degenerados totales. Alguno debe haber sido una persona respetable, que hizo lo que pudo... y pasó a la Historia como el padre de Iván el Terrible.

Claro está, si uno se siente afortunado, iluminado, infalible, puede lanzarse al ruedo y buscar suerte. Puede ser que todo vaya de la mejor manera, puede que no: pero realmente estamos en condiciones de jugarnos el futuro de alguien lanzando una moneda al aire y luego dormir tranquilos?

Yo digo que no. That's my final answer.

En otro post, luego de entrevistar a todos los padres que pueda, analizaré los motivos que impulsan a tener hijos. Quién sabe, tal vez alguno tenga la fórmula mágica...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Angkor Wat, Camboya. Imponente complejo arqueológico compuesto por decenas de templos y canales, una inmensa ciudad en el medio de la selva. La disposición de sus monumentos arquitectónicos es una imagen perfecta de la constelación del Dragón, que surgía sobre esa ciudad el día del equinoccio de primavera del milenio XI a.C. Es notoria la presencia de esa figura mítica en las leyendas del Sudeste asiático."
Aqui hablas del milenio XI a.c., y yo buscando por ahi veo que esa ciudad fue construida en el siglo IX despues de cristo, entonces hablamos de una diferencia de ¿2000 años? a mi eso no me cuadra por favor que me lo expliquen muchas gracias

Claudius dijo...

La diferencia es mayor, son casi 11 mil años. Pero ojo, en ningún momento he dicho que la ciudad haya sido CONSTRUIDA en el 10,000 a.C. Lo que reporto es que la PLANTA de la ciudad corresponde exactamente (cfr. Hancock, 1998)a la disposición de las estrellas de la constelación del Dragón en esas épocas. No es posible pensar en una coincidencia: viendo los gráficos es imposible equivocarse, más aún considerando que dicha constelación surge justo por encima de la ciudad... Cómo justificar eso? Hay varias posibilidades: un plano preexistente, transmitido a lo largo de los milenios, como se hace con los mandala indúes; o a lo mejor cuando se construyó la ciudad ya existían desde tiempo inmemorable túmulos sobre los cuales se edificaron después los edificios. Algo así es evidente en el caso de Egipto y algunos complejos en México.

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Y los incautos a la fecha son...