lunes, 19 de marzo de 2007

2012

Los mayas constituyen una de las civilizaciones más misteriosas que hayan poblado la faz de la tierra. Algunos de los conocimientos que alcanzaron y que han quedado registrados resultan increíblemente avanzados para los tiempos en los cuales su cultura floreció, antes de extinguirse de manera casi inexplicable entre los siglos XI y XII de nuestra era.

Al respecto, tengo que disentir, y no soy el único, con algunos investigadores que afirman que los mayas siguen vivos, siendo sus descendientes los actuales pobladores indígenas de vastas porciones del Yucatán. En primer lugar, una cosa es hablar de etnia y otra de cultura; en segundo, la zona ha sido desde siempre ocupada por centenares de tribus distintas pero con ciertas similitudes en ámbito lingüístico y étnico. Lo más probable es que los que actualmente se denominan mayas sean en realidad descendientes de los clanes tributarios de aquella civilización, lo cual explicaría muchas incoherencias, como el gap cultural identificado por los primeros historiadores que investigaron dicha cultura: cuando los españoles llegaron a principios del siglo XVI, los pobladores del lugar no podían comprender ellos mismos los textos o las técnicas empleadas por sus predecesores; además, las tradiciones orales de esas gentes ya hablaban de una misteriosa y rápida regresión.

Las pirámides y templos diseminados por los territorios antiguamente ocupados por los mayas, ricamente decorados en un gusto que podríamos definir casi barroco, representan una manifestación cultural típica de una civilización con siglos y siglos de evolución. Pero más allá de la arquitectura o la escultura, los hallazgos más impresionantes de esta civilización corresponden sin duda a sus capacidades matemáticas y astronómicas. Para muestra un botón: fueron el único pueblo americano a identificar el cero, y el primero en el mundo en emplearlo de manera sistemática, más de ocho siglos antes que los hindúes (que lo descubrieron en el siglo IV pero lo aplicaron sólo a partir del siglo IX). Lo que más desconcierta, sin embargo, es su calendario, algo demasiado perfecto y preciso incluso para nuestros estándares. Si bien nuestro sistema juliano-gregoriano de años de 365 días, con correcciones bisestiles, representa una aproximación casi exacta a la duración del periplo de la Tierra alrededor del Sol, recién encontró su forma actual en el año 1582.

Para tener una idea, el año dura exactamente 365,242189 días, es decir, 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos, 6 centésimas. El calendario juliano lo aproximaba a 365,25 días, generando una diferencia de 11'14"94 por año, o en otros términos, un día cada 128 años; su variante gregoriana cuadró los 10 días de desfase por decreto, y de paso reajustó la duración del año a 365,2425 días, reduciendo el margen de error a 26"87, o un día cada 3 323 años. Considerando que recién han pasado 425 años desde este replanteamiento, todavía no hay mucho de qué preocuparse...

Los mayas, en cambio, jamás tuvieron que preocuparse, ni lo hubieran tenido que hacer si hubieran sobrevivido hasta nuestros días. Su año estaba establecido en 365,242 días. El margen de error, por increíble que parezca, es de sólo 16"33 por año; es decir, un día cada 5 290 años. Y por cierto, todo esto lo tenían claro desde el II-III siglo de nuestra era... lo que implica que consiguieron un calendario mucho mejor que el nuestro casi 1 200 años antes. Lo desconcertante es como funcionaba esta forma de cálculo del tiempo, a través de tres distintos cómputos y mediante un complejo sistema de engranajes, como se ve en la figura. No me voy a poner a explicar todo el asunto, porque ameritaría un post exclusivo; para ese detalle pueden dirigirse a esta página e intentar comprender el arcano.

Hay algo que desde siempre concita la atención del público de cierto tipo de investigación al límite de lo apocalíptico y lo esotérico (entre los cuales me incluyo fervorosamente) hacia este calendario tan perfecto e incomprensible. En primer lugar, es perfectamente repetitivo. Cada 1 872 000 días (poco más de 5 125 años) la datación se repite; es como decir que dentro de cinco mil y pasa años tendremos nuevamente un 19 de marzo del 2006. Esto se lleva de la mano con la creencia maya,compartida con otras civilizaciones a lo largo y ancho del planeta, de que el mundo es cíclico y se autodestruye y regenera varias veces a lo largo de su historia: según los mayas, a cada reboot del calendario corresponde el fin de un ciclo.

Hasta ahí estamos bien... aún sabiendo que las leyendas hablan de catástrofes masivas a cada fin de ciclo, que llevan a lo que REM llamó en 1985 the end of the world as we know it. La cosa no me preocuparía más de la cuenta, considerando que el cambio de ciclo anterior fue en el año 3114 a.C., y no hubo accidentes a escala global. Claro, es posible que en Mesoamérica se haya dado algún desastre del cual no tengamos conocimiento histórico, pero de ninguna manera se puede hablar de destrucción del planeta o de la especie humana. Es más acorde a la idea de "fin del mundo" entendido como final de un espacio histórico-cultural más que una hecatombe física o geológica.

Por otra parte, es útil notar que los mayas agrupaban sus ciclos en bloques de cinco en cinco, lo que se llamaba un gran ciclo, de casi 25 625 años. La duración del cual no deja de ser llamativa: corresponde casi exactamente, con un margen de error del 0.6%, al tiempo requerido para que se complete la precesión de los equinoccios, es decir, que el sol surja sobre el fondo de un mismo punto del cielo, identificable por la posición de las constelaciones. Y no es todo: dado que el calendario se desfasa un día cada 5290 años, el retraso que se dá cada 25 625 años es de... 25/6 de día, o mejor dicho, 4 días y 20 horas. Números demasiado redondos...

Pero hay un par de detalles estremecedores que parece indicar que el fin del ciclo en el que vivimos es ligeramente más dramático que los anteriores. Para empezar, corresponde también a la conclusión de un gran ciclo. Si con esto no les basta para que se les pongan los pelos de punta, lo que sigue es peor.

Y es que, con un calendario tan exacto, los mayas reportan fechas, en sus textos y grabados, de millones y millones de años atrás, con un detalle equivalente a decir qué sucedió a las 8 y media de la mañana del jueves 12 de setiembre del 2 576 484 a.C. En ellas describen eclipses, alineaciones astrales y otras amenidades. Ahora bien, no hay ni una sola fecha posterior al final del ciclo en el que estamos viviendo. Por ningún lado. No parece ser una coincidencia, porque las esculturas y edificios mayas están repletos de fechas de lo más extravagantes, y se han catalogado millones y millones de inscripciones al respecto, pero ni una sola posterior a la fecha que tanto nos preocupa.

21 diciembre 2012. Solsticio de diciembre. Falta muy poco.

La lista de eventos astronómicos que rodean a esta fecha es extrañamente extensa. Hay para todos los gustos, desde tránsitos de Venus hasta asteroides pasando a 17 mil km de la Tierra, sin contar extrañas conjunciones planetarias, fases altas de manchas solares, cambio de polarización de las radiaciones del astro rey, eclipses del mismo (el 13 de noviembre), alineación de la estrella Sirio con la Tierra... De aquí a predecir todo tipo de desastres, epidemias, guerras, evoluciones espirituales, encuentros con extraterrestres, etc etc, el paso es corto.

Yo no creo en las correlaciones astrológicas o en las influencias de los astros sobre el destino de las personas. Pero los mayas no son cualquier mago de esquina, y me intriga saber por qué no tienen fechas después del 21/12/2012.

Será el fin del mundo, causado por el impacto de un cometa, cuya trayectoria habían calculado perfectamente? O un cataclismo global generado por una modificación rápida del eje de la Tierra y la subsiguiente desaparición de los glaciares? O una ola de radiaciones solares capaces de bloquear la tecnología y hacernos regredir dos, tres, cuatro siglos de desarrollo?

El tiempo lo dirá. Eso es, si nos queda tiempo...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente esta publicación. Da pie para pensar en lo que pueda pasar, sin querer tener la razón sobre lo que causará la destrucción del planeta (si pasa, obviamente).

ericvan1970 dijo...

Estimados lectores, soy muy sensibles a la sabiduria indigena, he tenido la oportunidad de practicar un poco mas de 100 rituales de tradicion Cofan (Putumayo). Debo decirles que lo que llamamos "tecnologia" y lo que nos brinda (viajes, comunicacion fisica y de mensajes) no son un avance, porque con tecnicas ancestrales se logra los mismos resultados, con la diferencia que no puede haber engaño o falsedad, lo que si ofrece permanentemente lo que llamamos "tecnologia". Gracias

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Y los incautos a la fecha son...