jueves, 29 de marzo de 2007

Los secretos de la Antártida - II

En su obra maestra En las montañas de la locura, H.P. Lovecraft imagina enormes ruinas sepultadas bajo los hielos de la Antártida, ocupadas por monstruos de épocas inimaginables; sin ir más lejos, en la horrenda película Alien vs Predator otro grupo de incautos exploradores terminaban encontrando los restos de una ciudad construida por extraterrestres en una isla polar. Suena extraño? Un poco loco? Yo creo que no.

Por todo lo expuesto en la primera parte, y siguiendo las teorías de Hapgood y Flem-Ath, resulta natural pensar que no hay razones para objetar la presencia humana en la Antártida, cuando ésta se encontraba al menos en parte libre de hielos. La lógica objeción es que esta posibilidad se cerró entre el 10 000 y el 8 000 a.C., cuando se gestó la glaciación que ahora domina esas latitudes, un tiempo en el que el hombre, en el resto del mundo, apenas comenzaba a salir del Paleolítico; aunque sería mejor especificar que los cambios climatológicos generados por la regresión de los hielos en las zonas templadas del hemisferio norte llevaron a los grupos humanos de aquellos territorios a un salto tecnológico y cultural sin precedentes.

Muchos autores más o menos fantasiosos han dedicado miles de páginas a agregar un factor externo y extraterrestre a ese salto abrupto en la evolución humana; personalmente, en lo que respecta a la vida en otros planetas y su eventual influencia sobre nosotros, me considero agnóstico. Pero a mí también me resulta casi incomprensible esa cortísima transición de nuestros antepasados, de cavernícolas a agricultores, de nómadas a sedentarios, y no me suena nada raro que una mano externa haya dado un pequeño empujón. Más aún si se consideran una serie de datos extrañísimos, traídos a la luz en los últimos años por una serie de estudiosos, entre los cuales sobresale Graham Hancock.

Por ejemplo, se ha probado en base a estudios geológicos que la Esfinge de Gizeh presenta señales de erosión compatibles sólo con la exposición a lluvias torrenciales por períodos extensos, algo imposible en Egipto... sólo aparentemente, porque sí hubo una época en que lo que ahora conocemos como desierto del Sahara rebosaba de verdor y, como es fácil intuir, corresponde a las fechas indicadas antes.

Por otra parte, cualquier observador nota que la cabeza de la escultura, con su inequivocable tocado farónico, se encuentra extrañamente desproporcionada respecto al resto del cuerpo; es casi una certeza que esto se debe a que fue esculpida sobre el rostro original, anterior y probablemente muy erosionado, y que muy probablemente era el de un león, tal como muchos textos egipcios antiguos parecen indicar. Ahora bien, esta figura felina apunta exactamente hacia el este, hacia el punto en que el Sol surge en el equinoccio de primavera, el día en que, para los antiguos, iniciaba un nuevo año tras las penurias invernales; pero lo extraño es que hubo una época en que ese horizonte era aún más significativo, porque el astro rey aparecía precisamente sobre el fondo de la constelación de Leo, o el León. Sí, aunque usted no lo crea: alrededor del 10 000 a.C. los ojos leoninos de la Esfinge miraban directamente a su contraparte celeste el primer día del año.

Hay más. Hancock y Robert Bauval han probado fehacientemente que las Pirámides de Gizeh nunca fueron usadas como tumbas, algo que se sospechaba hace décadas. Por tal motivo, las cámaras del Rey y de la Reina no corresponden a su denominación, y mucho menos los "conductos de ventilación" que salen de ellas, hacia el exterior... básicamente, porque para ser conductos de ventilación, deberían como mínimo hacer justamente eso, llegar al exterior: mientras que se detienen a una cierta distancia de la superficie de la pirámide, cerrados por bloques de piedra maciza. Lo que observaron Hancock y Bauval fue que estos conductos apuntaban directamente al cielo y a estrellas y constelaciones importantes como Sirio, la Osa Mayor, el cinturón de Orión... pero como estaban alineadas hace doce mil años.

No es todo: las pirámides representan perfectamente a las tres estrellas del cinturón de Orión, tal como se veían en el cielo egipcio en esos tiempos. Más aún, otros monumentos similares (las pirámides roja y encorvada de Dahshur, las de Meidum, las de Zawyet el-Aryan, las de Abu Rawash) completan a la perfección la imagen de toda la constelación de Orión y de algunas estrellas de la constelación de Tauro; en particular, no es de extrañar que la singular pirámide roja de Dahshur, la única construida con piedra de ese color, corresponda a Aldebarán, una gigante roja de enorme magnitud, cuyo color es perfectamente visible desde la Tierra...

A estas alturas, estarán pensando que estamos a las antípodas de lo que prometía el post, hablando del desierto alrededor de El Cairo en lugar de los hielos polares de la Antártida. Pero hay un camino que nos llevará de regreso a eso; primero, hay unos puntos más que son dignos de nota, en rincones opuestos del mundo.

Angkor Wat, Camboya. Imponente complejo arqueológico compuesto por decenas de templos y canales, una inmensa ciudad en el medio de la selva. La disposición de sus monumentos arquitectónicos es una imagen perfecta de la constelación del Dragón, que surgía sobre esa ciudad el día del equinoccio de primavera del milenio XI a.C. Es notoria la presencia de esa figura mítica en las leyendas del Sudeste asiático.

Tiwanaku, frontera entre Perú y Bolivia. El Kalasasaya, uno de sus recintos sagrados, tiene una serie de peculiaridades en su interior, desde esculturas de hombres barbudos, evidentemente no andinos, hasta sistemas acústicos que permiten oír conversaciones distantes a través de las paredes de piedra; pero lo más interesante es su muro oriental, a través de la cual se accede al recinto, superando una pequeña escalinata. Pues bien, en los equinoccios de primavera y otoño el sol surge exactamente por la puerta, haciendo que el primer rayo de luz del alba descienda plácidamente por las gradas, mientras que en los solsticios lo hace de manera precisa en los dos extremos del mismo muro. Pero lo mejor está aún por venir: la ciudad se encuentra actualmente a casi 15 km del Lago Titicaca y sin embargo, en su periferia, presenta estructuras inequivocablemente portuarias y adaptas al atraque de embarcaciones. Lo que se ha comprobado hace décadas es que la pendiente del lago y su amplitud se han modificado a lo largo de los milenios. Demás está decir en qué época el agua tocaba esos puntos de amarre. 10 000 a.C.

La presencia de rasgos comunes (pirámides, referencias astronómicas, mitos y esculturas de hombres barbudos civilizadores que vienen del mar, leyendas de la desaparición de un continente en medio al océano) en decenas o centenas de culturas alrededor del mundo, entre las cuales las citadas, ha llevado a pensar a que esa ayuda externa dada al hombre provino de un continente que, por motivos más o menos misteriosos, había logrado situarse cultural y tecnológicamente miles de años por delante del resto del mundo, antes de desaparecer entre las olas: la Atlántida. Los barbudos que llegan del mar con su cargo de sabiduría y realizan proyectos grandiosos, implantan leyes y orden, generan el desarrollo de los pueblos visitados, no serían más que los supervivientes a esa catástrofe.

Platón, en su diálogo Critias, indica indirectamente la fecha en la que eso sucedió. Según él, fue 9 mil años antes de Solón, famoso legislador ateniense que visitó Egipto alrededor del 530 a.C.; durante ese viaje los sacerdotes locales le contaron de ese continente perdido, situado más allá de las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), grande como Libia y Asia juntas (el Maghreb y Turquía y Medio oriente), completamente rodeado por un mar que a su vez estaba rodeado por tierra. Si sumamos los años indicados, tenemos que la Atlántida desapareció alrededor del 9 500 a.C. Es una coincidencia?

La historiografía tradicional, que mantiene una idea de evolución cultural estrictamente lineal, no admite la existencia de civilizaciones avanzadas en esas fechas, de manera que repliega sobre supuestos desconcertantes. Por ejemplo, que los sacerdotes egipcios hubieran agregado un cero a los años transcurridos desde la catástrofe, pasando de 9 000 a 900; que la referencia a las Columnas de Hércules era un error, y se refería a que se encontraba lejos de Egipto; que el tamaño indicado era una exageración. Con estas ligeras modificaciones, todo (o casi) cuadra para indicar que la Atlántida era en realidad la civilización cretense, destruida alrededor del 1 600 a.C. por la explosión del volcán de la isla de Thera, hoy Santorini.

Semejantes majaderías, tan manipuladas y sin sustento sólido, al igual que otras ideas despachadas como verdades absolutas al público (por ejemplo, que las pirámides eran tumbas, por tener en su interior un contenedor paralelepípedo vaciado: por lo que concluiríamos que todos los baños con una tina o los jardines con piscinas rectangulares son tumbas), han llevado a muchos investigadores a avanzar hipótesis sobre la real ubicación de Atlántida. El Mediterráneo, la dorsal atlántica, Yucatán, Cuba, Gran Bretaña, Andalucía, Mauritania, el Sinaí, el Altiplano andino, Indonesia, son sólo algunos de los lugares indicados.

Pero hay una teoría sorprendente, que es la que me convence de manera más poderosa, y que sigue las ideas de Hapgood y Flem-Ath. Claro, ahora sí se entiende por qué todo lo hablado tiene algo que ver con este post. Creo que la Atlántida, ese continente perdido, imposible de encontrar, en realidad está delante a nuestros ojos cada vez que abrimos un atlas o revisamos un planisferio.

Es la Antártida.

Las pruebas y la explicación, en el siguiente capítulo.


2 comentarios:

Claudius dijo...

Un lector comenta esto en otro post:
<<"Angkor Wat, Camboya. Imponente complejo arqueológico compuesto por decenas de templos y canales, una inmensa ciudad en el medio de la selva. La disposición de sus monumentos arquitectónicos es una imagen perfecta de la constelación del Dragón, que surgía sobre esa ciudad el día del equinoccio de primavera del milenio XI a.C. Es notoria la presencia de esa figura mítica en las leyendas del Sudeste asiático."
Aqui hablas del milenio XI a.c., y yo buscando por ahi veo que esa ciudad fue construida en el siglo IX despues de cristo, entonces hablamos de una diferencia de ¿2000 años? a mi eso no me cuadra por favor que me lo expliquen muchas gracias>>.

Claudius dijo...

Mi respuesta la transcribo aquí, para mayor claridad:
"La diferencia es mayor, son casi 11 mil años. Pero ojo, en ningún momento he dicho que la ciudad haya sido CONSTRUIDA en el 10,000 a.C. Lo que reporto es que la PLANTA de la ciudad corresponde exactamente (cfr. Hancock, 1998)a la disposición de las estrellas de la constelación del Dragón en esas épocas. No es posible pensar en una coincidencia: viendo los gráficos es imposible equivocarse, más aún considerando que dicha constelación surge justo por encima de la ciudad... Cómo justificar eso? Hay varias posibilidades: un plano preexistente, transmitido a lo largo de los milenios, como se hace con los mandala indúes; o a lo mejor cuando se construyó la ciudad ya existían desde tiempo inmemorable túmulos sobre los cuales se edificaron después los edificios. Algo así es evidente en el caso de Egipto y algunos complejos en México."

Google
 

Y los incautos a la fecha son...