lunes, 23 de julio de 2007

A second life

Acabo de darme cuenta que nunca he sido más viejo de lo que soy hoy. Puede sonar banal, pero es una de esas cosas en las que nunca se piensa y que suele golpear como un directo fuerte y contundente al mentón un lunes de invierno por la mañana.

Hace frío, llovizna, empieza una semana de trabajo, me espera el escritorio, la computadora, los papeles, las reuniones, los trámites, las emergencias, las sospechas, las maquinaciones, las estrategias. Me entra el malhumor, trato de reflexionar sobre este momento de mi vida, intento delucidar a dónde estoy yendo.

En dos semanas y medio me caso. Todos se sorprenden porque no estoy nervioso, ni preocupado, ni tenso. Se impresionan aún más cuando lo comparo a un trámite lógico y burocrático.

Mi familia, en bienvenida y armónica unanimidad, cree que tengo que dejar de vestirme como un universitario y comprar camisas y corbatas de forma urgente. Explico que no me siento cómodo, que las corbatas me ahorcan (ya lo expliqué hace tiempo), que detesto las camisas, que los sacos me acartonan. Recibo miradas compasivas. Mi hermano me aconseja urgentemente visitar un psicólogo.

Siento hace semanas el impulso de comprarme una PlayStation; mi última consola de videojuegos la compré cuando tenía 13 años, con las propinas de la Navidad '91. Mi novia me dice que acaba de salir una lavadora excelente a muy buen precio, que nos permitiría por fin jubilar a la máquina defectuosa que usamos ahora. Todavía no logro decidirme entre esas dos opciones.

Voy a comprar DVDs en una tienda. Algún genio ha colocado una fila de ellos a 30 centímetros del suelo. Me pongo en cuclillas para revisarlos. A la hora de levantarme, siento con terror todo tipo de crujidos en las rodillas. La chica que ordena los videos, a mi costado, me mira con la ternura de una nieta. Debe tener mi edad, o poco menos.

Me miro al espejo en un estado de somnolencia casi total. Luego de lavarme la cara de forma automática, despierto a la realidad horrorizado cuando descubro una barba blanca exactamente al medio del mentón. Paso la voz a mi novia con lógica preocupación. Ella se ríe y dice que en poco tiempo me voy a parecer a mi padre. Él tiene los cabellos y barba más blancos que se hayan visto desde la invención de Santa Claus, pero sobre todo 25 años más que yo. Y 25 años no me parecen poco tiempo. Algo no me cuadra con los cálculos.

Voy a función de medianoche para el estreno de Transformers. Hago dos horas de cola, veo la película, regreso a mi casa, el día siguiente compro el álbum y stickers correspondientes. Mi novia me pregunta si no estoy grande para esas cosas. Lo peor es que me hace dudar. Por suerte sólo me faltan 31 figuritas para completar el álbum.

Compro discos de música rock contemporánea. Me gustan las canciones que esconden una melodía dramática debajo del estruendo eléctrico. Recupero grupos que hace un tiempo me parecían insoportablemente fastidiosos y ahora revaloro. Le digo a mi hermano que tengo discos de Evanescence, Linkin Park, My Chemical Romance. Mi hermano me reitera su consejo de visitar lo antes posible a un psicólogo.

Me invitan a una fiesta de cumpleaños, pasando la noche y la madrugada entre un pub y una discoteca. Me recuerda mis buenos tiempos, hace 10 años, más o menos. Acepto. Amanezco medio sordo, muy cansado y con sueño. Me reprometo no volver a caer en la tentación nunca más. El siguiente cumpleaños consiste en una tarde entera frente a la PlayStation, con bocaditos, Coca Cola y torta de chocolate. Me gusta. Suena muy similar a mis aún mejores tiempos, hace 15 años, más o menos. Entiendo que estoy retrocediendo, pero me siento mucho mejor. Espero que la siguiente fiesta no involucre piñatas y payasos, como hace 20 años, más o menos.

No me gusta mi trabajo, no tengo tiempo para hacer las cosas que me gustan, tengo impulsos de dejarlo todo, tomarme unas largas vacaciones y volver a escribir mis novelas. Recuerdo que criticaba a mi padre cuando decía que quería dejarlo todo y cruzar América en una Jeep. Recuerdo que criticaba a mi madre cuando decía que quería dejarlo todo y convertirse en misionera laica. Me volteo en la cama y trato de dormir a tiempo para despertarme temprano, ir a mi oficina e iniciar un nuevo día como el perfecto burócrata.

Lo primero que escucho en los audífonos, camino al trabajo, es una rítmica dance. Letra profética: Give me a second life, right now. Subo al autobus. Una niña con el buzo de su colegio me cede el asiento. Nunca he sido más viejo de lo que soy hoy. Por primera vez, lo siento.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

q te casas en dos semanas y media? Y no has tenido la decencia de decírmelo? lo último que supe sobre el tema era que la posponías no sabías hasta cuando y no quise preguntar mas porque te agobiaba cualquier mención... Bueno, ya que es obvio que finalmente no podré estar espero una recua de fotos del evento, detalles de los preparativos y del post-evento y todo lo que se pueda detallar. Todo el mundo se casa, mi mejor amiga lo hizo en Mayo con 25 años, mi ultima prima soltera lo hará el 7 de Septiembre, y otra buena amiga el 20 de Octubre. Empiezan a darme envidia. Me estoy volviendo loca?

Claudius dijo...

No creo... simplemente es el círculo de la vida, todo cae por su peso, el tiempo pasa para todos, etc.

Pierluigi 'the Love Junkie' dijo...

Yo creo que para evitar quejas de copyright se tiene que indicar a que cancion te refieres de la que citas las lineas "Give me a second life, hu hu hu, right now..." Como quien hace pubblicitá occulta

Claudius dijo...

La canción es Second Life, el nuevo single de Paola & Chiara.

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Y los incautos a la fecha son...