Esta vez las cosas no salieron como se esperaba. Venezuela - Perú 2-0, y para variar llegamos a la última fecha sin depender de nosotros mismos para conseguir el tan ansiado primer puesto. Como dije en el post relativo al partido con Uruguay, el resultado positivo que se obtuvo en ese encuentro no dependió intrínsecamente del módulo planteado por Uribe, sino por un conjunto de factores que permitieron que ese sistema pudiera expresarse a la perfección.
Pero como hasta un niño de 2 años sabe, no todos los partidos son iguales, no todos los adversarios juegan con 3 delanteros y sin volantes creativos, no siempre se puede marcar primero, no es obligatorio que un suplente entre y meta un golazo de otro planeta. Por ende, cualquier equipo que ponga como primera opción la defensa tiene necesariamente que ajustarse a lo que propone el rival; eso de mantener un módulo táctico a ultranza lo pueden hacer sólo los que salen siempre a buscar el partido: Argentina, Brasil, a veces Alemania en cuanto a selecciones, o el Barcelona, el Milan y el Manchester United si hablamos de equipos. Y ojo, ellos también pierden, de vez en cuando.
Con Uruguay el 5-1-4 ligó porque los 3 volantes de contención uruguayos no sabían emplear la ventaja numérica que tenían, limitándose a pasarla a los marcadores de punta o a los delanteros, que terminaban chocando inexorablemente contra el muro defensivo peruano. Pero Venezuela no juega así, y aún si lo hiciera probablemente habría aprendido la lección recibida por los charrúas. Así que salió a la cancha con un 4-4-2 bastante flexible, con dos destructores en el medio y Arango y Páez jugando entre líneas. Resultado: esos cuatro del medio rodeaban al pobre de Bazalar y ahogaban sobre el nacer cualquier intento de Perú.
Si a eso agregamos que la primera nota del partido se refiere a la expulsión infantil de García (14'), uno que en lugar de darse aires de matón debería agradecer que le hayan regalado un cupo en el avión Lima-Caracas, entendemos que las cosas no pintaban bien desde un inicio. Más aún cuando Uribe no cambiaba nada en el sistema (quedaba un 5-1-1-2), limitándose a solicitar más proyección por parte de los marcadores Galliquio y Vílchez, y un trabajo aún más sacrificado a Jefferson Farfán. Luego no nos lamentemos de que la Foquita no marque: en la práctica está jugando esta Copa como un volante mixto, a casi cuarenta metros de su danger zone. Lo lógico en ese momento era quitar a un defensa (por qué defender con 5 contra dos delanteros de poco gol?) y agregar un volante de contención, para parar en seco a los venezolanos y permitir a Bazalar un poco más de panorama a la hora de pasar el balón; pero si de algo adolece el técnico peruano es justamente de lógica táctica, así que Venezuela siguió haciendo lo que quería o podía (en ambos casos, muy poco). Luego de un disparo afuera de De Ornelas, increíblemente solo en el área, el partido se estabilizaba sin grandes apuros en ambos arcos; aunque minuto a minuto quedaba claro que la inercia del mismo llevaba a que Venezuela avance líneas y ocupe la mitad de la cancha de manera estable.
El segundo tiempo empezó con fuegos artificiales: en el primer minuto Butrón repetía el milagro del primer partido desviando en corner un tiro desde fuera, cargado de veneno; pero luego Cichero destruía en elevación a Pizarro en un corner y la clavaba de cabeza por toda la escuadra (48'), y en la siguiente jugada Guerrero se comía un gol ya hecho, acariciando el poste izquierdo de Vega. Perú parecía querer ir con todo por el empate, más aún con el ingreso de Mariño por Villalta (52'), con un módulo 4-1-2-2 que sin embargo no eliminaba la inferioridad numérica en la mitad de la cancha; primero un gran tiro del diez peruano obligaba al arquero llanero a la desviación alta, y pocos minutos después el árbitro Archundia no sancionaba un evidente penal a Pizarro, luego de una esforzada acción de Guerrero sobre la línea de fondo (61').
Uribe en ese momento perdía los papeles y sobrepoblaba al equipo de delanteros con los cambios de Zúñiga por Pizarro (66') y de Mendoza por Galliquio (76'): es decir, un 3-1-2-3 completamente disparatado y desbalanceado, sin ninguna lógica ni en las funciones ni en los nombres. Malingas Jiménez en Argentina ha demostrado ser mucho más que Cachete y la Pantera juntos, y sin embargo parece destinado a un papel de turista. La consecuencia de todo esto era que Venezuela tenía el flanco peruano a la mano e intentaba hacer daño. La ininfluyente expulsión de Páez por una tonta doble amarilla, al meter en el arco una pelota ya detenida por fuera de juego (78'), se originaba en un contragolpe venezolano muy similar al que, dos minutos después, finalizaría en gol Arismendi (80'). Partido liquidado, salvo escaramuzas finales y conatos de street fighting en la cancha, que por suerte Archundia no castigó debidamente (Farfán y Guerrero podrían haber recibido su segunda amarilla del torneo, o peor, y habrían saltado el último partido contra Bolivia).
En conclusión, hubo de todo. Venezuela no mereció ganar con dos goles de diferencia, pero Perú por su lado nunca tuvo la intención de buscar el partido, así que no se justifican reclamos mayores. Archundia falló en el penal y en varios fouls contra Farfán y Guerrero no pitados, pero por otra parte no amonestó a los dos nenes en las broncas finales y sí expulsó fiscalmente a Páez, algo raramente visto en contra de un equipo local. Así que en todo este mix queda la sensación que se debía y podía ganar este partido, si tan sólo se hubiera aplicado un sistema más adecuado. Un 4-2-1-3 o un 5-2-1-2 habrían garantizado la misma cobertura defensiva con un trabajo más eficiente en la recuperación y más balones jugables para el ataque. Uribe se aferró a su sistema ganador, y chau.
Ahora se viene el momento de la verdad contra Bolivia. El tema no es clasificar o no (con el empate pasamos, mínimo como uno de los mejores terceros), sino salir primeros para evitar cruces complicados: el segundo de nuestro grupo se enfrenta a Argentina (o quizás Paraguay, si logra revalidar lo visto ante Colombia), y el tercero casi seguramente a Brasil; el primero en cambio va contra uno de los terceros, con mucha probabilidad Chile. Para llegar primeros tenemos que vencer a Bolivia y esperar en el empate entre Venezuela y Uruguay (que clasificaría a ambos), o en una victoria con pocos goles de Uruguay (que veo muy difícil tanto en términos deportivos como políticos); si gana la vinotinto, a esperar a Messi, Crespo y Co.
Por lo pronto parece que el técnico peruano ha entrado en razón y jugaría con línea de 4 atrás, para disponer un clásico 4-4-2 con Mariño, Farfán y probablemente Ismodes delante a Bazalar en la mitad de la cancha, y Guerrero y Pizarro arriba. No está mal, pero me parece que De La Haza debería jugar en lugar de Ismodes, para formar un doble pivote central que permita a Mariño jugar a toda cancha y a Farfán acercarse mucho más al área. Pero esa es la lógica, y Uribe funciona de otra manera. Esperemos que esta vez sea yo el que se equivoque.
Pero como hasta un niño de 2 años sabe, no todos los partidos son iguales, no todos los adversarios juegan con 3 delanteros y sin volantes creativos, no siempre se puede marcar primero, no es obligatorio que un suplente entre y meta un golazo de otro planeta. Por ende, cualquier equipo que ponga como primera opción la defensa tiene necesariamente que ajustarse a lo que propone el rival; eso de mantener un módulo táctico a ultranza lo pueden hacer sólo los que salen siempre a buscar el partido: Argentina, Brasil, a veces Alemania en cuanto a selecciones, o el Barcelona, el Milan y el Manchester United si hablamos de equipos. Y ojo, ellos también pierden, de vez en cuando.
Con Uruguay el 5-1-4 ligó porque los 3 volantes de contención uruguayos no sabían emplear la ventaja numérica que tenían, limitándose a pasarla a los marcadores de punta o a los delanteros, que terminaban chocando inexorablemente contra el muro defensivo peruano. Pero Venezuela no juega así, y aún si lo hiciera probablemente habría aprendido la lección recibida por los charrúas. Así que salió a la cancha con un 4-4-2 bastante flexible, con dos destructores en el medio y Arango y Páez jugando entre líneas. Resultado: esos cuatro del medio rodeaban al pobre de Bazalar y ahogaban sobre el nacer cualquier intento de Perú.
Si a eso agregamos que la primera nota del partido se refiere a la expulsión infantil de García (14'), uno que en lugar de darse aires de matón debería agradecer que le hayan regalado un cupo en el avión Lima-Caracas, entendemos que las cosas no pintaban bien desde un inicio. Más aún cuando Uribe no cambiaba nada en el sistema (quedaba un 5-1-1-2), limitándose a solicitar más proyección por parte de los marcadores Galliquio y Vílchez, y un trabajo aún más sacrificado a Jefferson Farfán. Luego no nos lamentemos de que la Foquita no marque: en la práctica está jugando esta Copa como un volante mixto, a casi cuarenta metros de su danger zone. Lo lógico en ese momento era quitar a un defensa (por qué defender con 5 contra dos delanteros de poco gol?) y agregar un volante de contención, para parar en seco a los venezolanos y permitir a Bazalar un poco más de panorama a la hora de pasar el balón; pero si de algo adolece el técnico peruano es justamente de lógica táctica, así que Venezuela siguió haciendo lo que quería o podía (en ambos casos, muy poco). Luego de un disparo afuera de De Ornelas, increíblemente solo en el área, el partido se estabilizaba sin grandes apuros en ambos arcos; aunque minuto a minuto quedaba claro que la inercia del mismo llevaba a que Venezuela avance líneas y ocupe la mitad de la cancha de manera estable.
El segundo tiempo empezó con fuegos artificiales: en el primer minuto Butrón repetía el milagro del primer partido desviando en corner un tiro desde fuera, cargado de veneno; pero luego Cichero destruía en elevación a Pizarro en un corner y la clavaba de cabeza por toda la escuadra (48'), y en la siguiente jugada Guerrero se comía un gol ya hecho, acariciando el poste izquierdo de Vega. Perú parecía querer ir con todo por el empate, más aún con el ingreso de Mariño por Villalta (52'), con un módulo 4-1-2-2 que sin embargo no eliminaba la inferioridad numérica en la mitad de la cancha; primero un gran tiro del diez peruano obligaba al arquero llanero a la desviación alta, y pocos minutos después el árbitro Archundia no sancionaba un evidente penal a Pizarro, luego de una esforzada acción de Guerrero sobre la línea de fondo (61').
Uribe en ese momento perdía los papeles y sobrepoblaba al equipo de delanteros con los cambios de Zúñiga por Pizarro (66') y de Mendoza por Galliquio (76'): es decir, un 3-1-2-3 completamente disparatado y desbalanceado, sin ninguna lógica ni en las funciones ni en los nombres. Malingas Jiménez en Argentina ha demostrado ser mucho más que Cachete y la Pantera juntos, y sin embargo parece destinado a un papel de turista. La consecuencia de todo esto era que Venezuela tenía el flanco peruano a la mano e intentaba hacer daño. La ininfluyente expulsión de Páez por una tonta doble amarilla, al meter en el arco una pelota ya detenida por fuera de juego (78'), se originaba en un contragolpe venezolano muy similar al que, dos minutos después, finalizaría en gol Arismendi (80'). Partido liquidado, salvo escaramuzas finales y conatos de street fighting en la cancha, que por suerte Archundia no castigó debidamente (Farfán y Guerrero podrían haber recibido su segunda amarilla del torneo, o peor, y habrían saltado el último partido contra Bolivia).
En conclusión, hubo de todo. Venezuela no mereció ganar con dos goles de diferencia, pero Perú por su lado nunca tuvo la intención de buscar el partido, así que no se justifican reclamos mayores. Archundia falló en el penal y en varios fouls contra Farfán y Guerrero no pitados, pero por otra parte no amonestó a los dos nenes en las broncas finales y sí expulsó fiscalmente a Páez, algo raramente visto en contra de un equipo local. Así que en todo este mix queda la sensación que se debía y podía ganar este partido, si tan sólo se hubiera aplicado un sistema más adecuado. Un 4-2-1-3 o un 5-2-1-2 habrían garantizado la misma cobertura defensiva con un trabajo más eficiente en la recuperación y más balones jugables para el ataque. Uribe se aferró a su sistema ganador, y chau.
Ahora se viene el momento de la verdad contra Bolivia. El tema no es clasificar o no (con el empate pasamos, mínimo como uno de los mejores terceros), sino salir primeros para evitar cruces complicados: el segundo de nuestro grupo se enfrenta a Argentina (o quizás Paraguay, si logra revalidar lo visto ante Colombia), y el tercero casi seguramente a Brasil; el primero en cambio va contra uno de los terceros, con mucha probabilidad Chile. Para llegar primeros tenemos que vencer a Bolivia y esperar en el empate entre Venezuela y Uruguay (que clasificaría a ambos), o en una victoria con pocos goles de Uruguay (que veo muy difícil tanto en términos deportivos como políticos); si gana la vinotinto, a esperar a Messi, Crespo y Co.
Por lo pronto parece que el técnico peruano ha entrado en razón y jugaría con línea de 4 atrás, para disponer un clásico 4-4-2 con Mariño, Farfán y probablemente Ismodes delante a Bazalar en la mitad de la cancha, y Guerrero y Pizarro arriba. No está mal, pero me parece que De La Haza debería jugar en lugar de Ismodes, para formar un doble pivote central que permita a Mariño jugar a toda cancha y a Farfán acercarse mucho más al área. Pero esa es la lógica, y Uribe funciona de otra manera. Esperemos que esta vez sea yo el que se equivoque.
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