jueves, 10 de mayo de 2007

Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

A veces hay noticias que deben ser rescatadas de blogs desconocidos o sitios recónditos, pero resultan diez mil veces más interesantes que las primeras páginas. En muchos casos se refieren a temas bastante específicos y se dirigen a sectores muy limitados del público, lo cual justifica su postergación; pero en otros resulta evidente que hay intereses ocultos (ya lo dije antes en este post) que manipulan la visibilidad de esa información.

Por ejemplo, considero que esta noticia, aparecida en el sitio dagospia.it y que anticipa un artículo del periódico Il Mondo, se lleva de encuentro cualquier novedad de las últimos meses, excluyendo tal vez sólo las elecciones en Francia y los asesinatos de Virginia Tech. En primer lugar, desenmascara mitos muy bien radicados en el imaginario colectivo; en segundo, da a conocer la conexión política que permite esto; y en tercero, ataca a una de las instituciones más poderosas del mundo. Pero no he visto la noticia en ningún periódico, página web o telediario de ninguna parte del mundo. Citando a Al Pacino en The insider, is it newsworthy? Yes. Are we gonna air it? Of course not. Why? Because he's not telling the truth? No. Because he is telling the truth. That's why we're not going to air it.

Para los que no hablan italiano, breve resumen de la noticia: la Iglesia posee entre el 20 y el 22% del patrimonio inmobiliario italiano y más del 25% en la ciudad de Roma; y todo eso sin contar el territorio del Estado Pontificio, por cierto. Pero la cosa se vuelve más interesante al descubrir que desde la posguerra el Estado Italiano asumió los costos de mantenimiento de los lugares de culto y que en ocasión del Jubileo del año 2000 los financiamientos públicos para las reparación, refacción y restauración de esos mismos edificios llegaron a casi 1 700 millones de euros. Si agregamos el inmenso número de donaciones testamentarias que entran a las arcas eclesiásticas a lo largo del tiempo (8 mil certificadas en Roma sólo en el último año), se entiende que no estamos hablando de sencillo: para comparar, habría que pensar que sólo las propiedades de las misiones, supuestamente lo más pobre que se puede encontrar en la Iglesia, superan los 4 000 millones de euros en piedra, ladrillo y cemento.

El caso de Roma es inquietante. En la ciudad, según lo estimado por Sandro Orlando, de Il Mondo, coexisten actualmente 400 institutos de religiosas, 300 parroquias, 250 colegios católicos, 200 iglesias no parroquiales, 200 casas generalicias, 90 institutos religiosos, 65 clínicas, 50 misiones, 43 internados, 30 monasterios, 20 casas de reposo, 20 seminarios, 18 hospitales, 16 conventos, 13 oratorios, 10 confraternidades, 6 hospicios; los dos mil entes religiosos residentes en las siete colinas son propietarios de poco menos de 20 mil terrenos y construcciones.

Las conexiones bancarias que permiten esto son impresionantes. La IOR, el banco del Vaticano, tiene un patrimonio de cerca de 6 mil millones de euros, pero no es el principal instrumento de la Iglesia para mover sus piezas en el mercado del cemento: en este campo los líderes son los bancos Bilbao Vizcaya y Santander, notoriamente dominados por figuras del Opus Dei, a través de cuyas cajas fluye el dinero utilizado para las compras y reparaciones de las propiedades de la Iglesia. Para entender el volumen de dinero del que hablamos, consideremos que unos de los intermediarios de confianza en el sector inmobiliario es el Gruppo RE (Religiosos y Eclesiásticos), especializado en la valorización y compraventa de bienes de órdenes y congregaciones, que ha tenido el año pasado una ganancia de más de 30 millones de euros.

Muchas veces, cuando se llama en causa la cuestión de la riqueza de la Iglesia, se termina llevando la discusión por el camino equivocado, hablando de bienes artísticos y monumentos antiguos. Aún recuerdo que Diego Armando Maradona, en alguna ocasión, dijo que con vender un poco del oro presente en San Pedro habría bastado para dar de comer a todos los pobres argentinos. Ahora bien, el personaje es de lo menos confiable, pero no por eso está equivocado.

Recordemos las teorías acerca del valor de los inmuebles en el mercado crediticio, que tan claramente ha ilustrado Hernando de Soto a lo largo de las últimas décadas: cada metro cuadrado de tierra que tenga un certificado de propiedad vigente representa dinero, porque constituye una garantía para obtener préstamos; a más valor de la propiedad, más dinero se puede conseguir. O por otra parte, se pueden alquilar esos mismos terrenos y construcciones y generar rentas proporcionales a la calidad, ubicación y situación de los mismos. O se pueden subastar, rematar, vender, e invertir las ganancias en bolsa, en fondos mutuos, crear empresas, etc. En resumen, el ladrillo es dinero, más aún si no nos ha costado un céntimo.

Por otra parte, el argumento del valor histórico o arquitectónico de las propiedades eclesiásticas se va al diablo cuando uno se entera, como indica el artículo, que un edificio construido por Borromini, de propiedad de las Oblatas Agustinianas de Santa María de los Siete Dolores, acaba de ser subastado y transformado en un lujoso hotel con 62 cuartos; asimismo, el Colegio Gregoriano de la via San Teodoro, con vista al Palatino, viene siendo reconvertido con los mismos fines. Borromini no es cualquier arquitectucho de pueblo: es el más alto exponente de la arquitectura barroca, junto a Bernini, que realizó la columnata de San Pedro. Entonces, de qué estamos hablando?

Si la Iglesia realmente está interesada en aliviar la pobreza del mundo, por qué no subasta algunas de sus propiedades? Con lo recaudado y con las donaciones que recibe podría crear un inmenso fondo mutuo y mantener con ello a sus sacerdotes, eliminando la necesidad de contar con el humillante recurso de la limosna en las misas, o los cobros alucinantes para todo tipo de ceremonias. Pero yo iría más allá: deberían venderse todas las propiedades de la Iglesia en Roma que puedan ser relocalizadas a menor costo en otros lugares, y con ese dinero financiar la salida de la pobreza de cientos de millones de personas. De qué le sirve a la Iglesia un patrimonio de billones y billones de dólares? Más seda, oro y piedras preciosas para el atavío de Ratzinger y las decenas de cardenales sentados en Roma?

El mundo necesita ese dinero más que ellos. Cuando vean los enorme palacios del Vaticano, piensen en las misiones de la Amazonía o del Congo, y veamos si no están de acuerdo conmigo.


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