martes, 22 de mayo de 2007

IcelanDante - II

En el primer post de esta serie hablábamos de Ultima Thule, la isla descrita por Piteas y citada por Virgilio, lugar considerado mítico pero que ahora es identificado por algunos con Islandia. No debe sorprender que un lugar similar, cargado de connotaciones legendarias, haya sido buscado por alguien tan sensible a esos temas como Adolf Hitler. No olvidemos que durante su régimen el Reich mandó expediciones a la Antártida y al Tibet en busca de entradas a un mundo subterráneo, a donde habrían escapado los habitantes de la Atlántida; o que se lanzaron a la caza de todo tipo de artefactos mágicos y religiosos, desde la lanza de Longinos hasta el Arca del Alianza o el Grial (estas dos últimas búsquedas fueron notoriamente satirizadas en las películas de Indiana Jones).

Un detalle que no hay que dejar de lado es que el partido Nazi se formó sobre ideas gestadas en distintas sociedades más o menos secretas, una de las cuales era la famigerada Thule Gesellschaft o Sociedad Thule, que sostenía la existencia de una raza aria pura cuya origen se remontaba a aquella isla perdida en el extremo norte. Fundada en agosto del 1918, sus miembros terminaron por confluir pronto en las hordas hitlerianas, dejando un rastro muy claro en la vertiente más esotérica de ese régimen, especialmente en las SS de Heinrich Himmler.

Pero aparentemente los exploradores mandados por Hitler no fueron los únicos que buscaron a Thule. En los archivos históricos islandeses figura un hecho sumamente extraño, sucedido en 1217. Se dice que Snorri Sturluson, poeta y guerrero, fue elegido líder de su pueblo en ese año gracias al apoyo y la presencia de 80 caballeros del Sur, armados y vestidos de la misma forma. Quienes eran estos soldados uniformados, de rasgos definitivamente poco nórdicos?

En aquellos tiempos sólo uno de los órdenes militares tenía el dinero y la fuerza de lanzar una expedición de ese tipo en Islandia; más aún, sólo uno de los órdenes militares contaba en sus filas a un Saint Clair (o Sinclair), la familia escocesa que poseía las Orkneys, islas al norte de Escocia que representan un excelente punto de partida hacia Islandia. Y todos los que han leído el Código da Vinci o han oído hablar de los misterios de la capilla de Rosslyn (propiedad de los Saint Clair) saben a quienes me estoy refiriendo: los Templarios.

Es aquí donde las cosas se ponen realmente interesantes. Qué hacían 80 templarios en Islandia en el año 1217? Por qué Hitler estaba obsesionado con ubicar la localización exacta de Thule? Qué habían dejado allá? Qué llevaron?

Utilizando otras obras del Renacimiento como la Última Cena de Leonardo o los frescos vaticanos de Rafael, Gianazza reconstruye una serie de etapas en un recorrido que parte desde Jerusalén y llega a Islandia, pasando a través de la isla griega de Citera y el sur de Francia... probablemente el mismo camino que siguieron a lo largo de décadas los caballeros templarios, antes de aparecer al lado de Snorri Sturluson. Si tenemos en cuenta que lo primero que hicieron una vez llegados a la Ciudad Santa fue excavar debajo del Templo, podemos sólo imaginar lo que pudieron tratar de esconder. Textos sagrados u ocultos, a lo mejor con revelaciones inéditas sobre la vida de Jesús? El tesoro perdido del templo? Los restos mortales de algún personaje de los Evangelios? El Grial?

Lo que fuera, debe haber terminado su traslado en algún punto de Islandia, en 1217, un lugar conocido sólo por los Templarios y, luego de su erradicación en 1307, por una serie de iniciados, entre los cuales estarían el mismo Dante, Botticelli, Leonardo, Bramante, Rafael. Y todo parece indicar que Alighieri, en las páginas de su obra maestra, en realidad está narrando un viaje real hecho por él mismo, camino a Thule y al secreto escondido por los Templarios un siglo antes.

Es curioso que el nombre Tule aparezca sólo dos veces en toda la Divina Comedia, curiosamente en dos cantos con similar numeración: XXXIII del Infierno y XXXIII del Purgatorio. Lo extraño es en qué versos se encuentran, dentro de esos capítulos: 63 y 55, respectivamente. Y ojo, a diferencia de cualquier código de los evangelios que usan los números de capítulos y versículos, la numeración de versos y cantos en la Divina Comedia fue hecha por Dante mismo, no por algún editor posterior. Pero regresando a los números, lo increíble es que, usando como meridiano base el de Jerusalén, como se hacía en la época de Dante, tenemos unas coordenadas (63°N, 55°W), que coinciden exactamente con un punto en la costa sur de Islandia.

Todo puede parecer una extraña y bizarra coincidencia, si no fuera porque hay otro nombre que aparece sólo dos veces en toda la obra, y de manera mucho más sorprendente si se considera que es el de su autor. En realidad, la palabra Dante solo aparece una vez en el capítulo XXX del Purgatorio, en el verso 55; pero en el verso 63, pocas líneas más abajo, figura una extraña referencia: el autor dice que su nombre se registra allí por necesidad. Si uno lee los demás versos, nota que esta frase no tiene nada que ver con lo que se está contando, simplemente hace referencia al hecho que por primera vez puso su nombre en la obra. Es decir, la doble citación del nombre de Dante no afecta ni tiene influencia alguna en el texto; podría ser eliminada y no modificaría en lo más mínimo la narración. Pero es evidente que, como quiso resaltar en ese verso, Dante necesitaba indicar algo. Necesitaba llamar la atención sobre esos números. Necesitaba indicar que Dante y Tule estaban estrechamente relacionados, y su relación tenía que ver con un punto de coordenadas 63 y 55. Probablemente, el lugar en el que Alighieri desembarcó en la legendaria Ultima Thule.

De ahí en adelante, la cosa es simple. Según Gianazza, en el canto XXVII del Purgatorio (no debe ser una coincidencia que todos los pasos significativos se encuentren en cantos múltiplos de 3) se indica claramente el recorrido que hizo Dante desde Italia hasta Islandia, atravesando Francia y Gran Bretaña, según una ruta seguida por los peregrinos islandeses que iban camino a Roma. Y más adelante, el recorrido que hace Dante hasta encontrar a Beatriz en la Rosa Blanca de los Beatos, camino que por cierto está descrito al mínimo detalle y con precisiones geográficas inéditas en la Divina Comedia, coincide de manera increíble con los paisajes de aquella zona de Islandia.

Si Gianazza tiene razón, el trono en el que está sentada Beatriz corresponde a una enorme piedra rectangular, evidentemente tallada por el hombre, situada en un anfiteatro natural en las orillas del río Jökulfall. La posición de la roca, efectivamente, refleja la posición de la amada de Dante tal como se indica en el texto. Detrás de aquella piedra misteriosa, a unos 20 metros de distancia, se encontraría la entrada a una cámara secreta, de forma cuadrada y cuyo lado mediría un segundo de grado, aproximadamente 13 metros. Dante habría llegado a ese punto en la fatídica fecha codificada en la Divina Comedia y en la Primavera de Botticelli, el 14 de marzo del 1319, el momento de su paso del Purgatorio al Paraíso, el instante en que la visión de algo hizo que su alma recobrara la pureza original.

Gianazza se encuentra en Islandia realizando análisis del suelo para verificar la exactitud de sus teorías, y hasta ahora todo pinta bien: no sólo ha realizado el viaje de Dante al pié de la letra, siguiendo las indicaciones del texto, hasta la piedra tallada a orillas del Jökulfall, sino que los primeros exámenes han revelado la presencia de grandes cavidades en la zona donde debería encontrarse la cámara que contiene ese algo que Dante buscó y los Templarios escondieron. No queda más que esperar la conclusión de la investigación, y ver si realmente sirvió de algo estudiar por tres años la Divina Comedia.


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