lunes, 24 de septiembre de 2007

Break point

Analizando detalladamente, en el último año y medio los equipos de los cuales soy simpatizante me han brindado la mayor proporción de satisfacciones que recuerde. Italia ganó el mundial de futbol (y en este post lo celebraba); el Milan la Champions League (ver aquí); la selección peruana sub 17 clasificó por primera vez a un Mundial y llegó hasta los cuartos de final del mismo; y ayer Perú consiguió clasificar al Grupo Mundial de la Copa Davis por primera vez en su historia. Me pregunto si esta tendencia seguirá o si se viene un bajón generalizado, al mejor estilo de la bolsa de valores.

Mi interés por el tenis comenzó hace casi 20 años, en el bienio de gracia 1988-1989, durante el cual Yzaga, Arraya, Di Laura y Aramburú jugaron unos encuentros excepcionales contra Estados Unidos,Brasil y Australia, quedando eliminados ad portas de ingresar entre los 16 mejores equipos del planeta. En esa época me encontraba en plena iluminación deportiva, donde al fútbol (potenciado por el triunfo del espectacular Milan de Sacchi y por la Euro 88 de Alemania) se había agregado el descubrimiento de decenas de deportes colaterales gracias a las Olimpiadas de Seúl. Pero no tengo duda de que, hasta esos míticos enfrentamientos de Copa Davis, jamás había visto un partido completo del deporte blanco.

Luego de estudiar esas interminables maratones sobre polvo de ladrillo, llegué a la conclusión que el tenis, aún más que el fútbol, sería mi deporte de referencia. Era un deporte individual, algo que me pareció excelente, y con el nada despreciable bonus de no tener contacto físico alguno con el adversario; no es una casualidad que en esos mismo tiempos comenzara a interesarme también en el piano, el instrumento solista por excelencia... los gérmenes de una actitud egocéntrica y antisocial, por lo visto (?).

El año siguiente mi familia se trasladó a Italia. Llegué la semana después de la humillante derrota italiana en Davis por 5-0 ante Austria, que había echado por los suelos las ilusiones generadas luego de la sonada victoria de Cagliari contra la finalista del año anterior, la fortísima Suecia de Edberg (uno de mis ídolos de toda la vida) y Wilander.

Para finales de año, ya tenía raqueta profesional y coach personal. En los 3 siguientes años entrenaría y jugaría de forma bastante continua aunque con resultados alternos, hasta que mi debut en un torneo juvenil formal se cerró en primera ronda contra un adversario dos categorías mayor que yo (desgracias del sorteo) y que se dedicó a fusilarme ace tras ace, aprovechando una notable diferencia de estatura. La frustración fue enorme, más aún contando que fue en cancha sintética, mi superficie preferida y la más adecuada a mi estilo de juego. Regresando a casa, más abatido que nunca, decidí dejar de lado las pretensiones tenísticas, entendiendo que nunca sería un nuevo Agassi o el próximo Michael Chang. A partir de ese momento jugaría sólo en los veranos, con mis amigos o mi padre, masticando el eterno remordimiento de haber podido lograr mucho más si me hubiera sobrepuesto a ese primer obstáculo.

En esos mismos días Perú jugaba su segundo play off para acceder al Grupo Mundial, en Copenaghen contra Dinamarca. Jugando en una superficie adversa (sintético indoor) no pudieron realizar la hazaña y cerraron un ciclo; pasarían 13 años antes que se repitiera semejante oportunidad. Esta vez la suerte estuvo de la mano de la blanquirroja: las dos rondas eliminatorias continentales (contra Venezuela y México) y el play off ante Bielorrusia se jugaron en la lentísima arcilla de casa, permitiendo victorias sucesivas y el tan ansiado ingreso a la élite del tenis mundial.

En pocos días se definirá el rival que enfrentaremos en febrero del próximo año. De los ocho posibles contrincantes, veo imposibles de derrotar, ya sea como local o visitante, a Rusia, España, Francia y Argentina, puesto que cuentan con buenos elementos para cancha lenta y rápida. Estados Unidos (con Blake y Roddick), Alemania (con Haas) y Suecia (con Björkman, Soderling o Johansson) pueden ser vencidas sólo en nuestra casa y con condiciones favorables (altas temperaturas, lesiones de alguna estrella, tierra suave y lenta). El único equipo que veo fácilmente aniquilable en casa es Bélgica. Si nos tocara jugar de visitante, no tendríamos mayor oportunidad contra ninguno de los ocho, esa es la dura realidad. Pero nada cuesta soñar con un sorteo favorable.

Lo importante sería que estos éxitos generen una recuperación del interés local por un deporte tan emocionante y variado. Sería increíble que algunos niños, observando las epopeyas de Horna y Miranda, se apasionen por las raquetas, así como me sucedió hace 20 años; a lo mejor algunos de ellos demuestren más fuerza de voluntad y persistencia que yo y se dediquen de lleno al tenis: tendríamos la esperanza de una nueva generación de campeones, y el Grupo Mundial ya no sería un objetivo tan difícil de conseguir.


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Y los incautos a la fecha son...