Mañana inicia la Copa América Venezuela 2007, y para colmo de males la inaugura Perú. Francamente no sé por donde empezar mi estribillo de lamentaciones, así que arrancaré desde el manantial mismo: es decir, la idea de esta copa.
En primer lugar, me parece algo ilógico que una manifestación organizada, pagada y premiada por la Confederación Sudamericana de Futbol tenga participantes de otras confederaciones; generalmente de Norte y Centroamérica (in primis México), pero también recuerdo a Japón en Paraguay '99, algo realmente alucinante. Desafortunadamente esto se repite en las copas a nivel de clubes (Libertadores y Sudamericana), donde los equipos chicanos se han metido con todo debido al ingente flujo de ingresos que generan. La distorsión es evidente: tanto la selección tricolor como su zoológico de clubes (las chivas, los jaguares, los tigres...) terminan dobleteando a todo dar en las copas; pero a la hora de la verdad, es decir, las eliminatorias al Mundial, ahí sí cada uno baila con su pañuelo y con sus propios cupos. Yo creo que ya es hora que América tenga una sola confederación: en el Norte tenemos un remedo de institución cuya única función es garantizar el acceso de México y USA a los mundiales, dejando 1.5 puestos disponibles para los otros 38 equipos del subcontinente; mientras que en el Sur se da una competencia cualitativamente superior entre las 10 selecciones afiliadas, pero en la cual hay el 45% de posibilidades de clasificar... juntando las dos mitades, tendríamos 50 equipos en lucha por 8 cupos, lo cual no estaría nada mal.
Se podría hacer una competencia en fases al estilo Champions League: un primer par de rondas de preliminares rápidos (ida y vuelta) entre los 30 equipos antillanos, que clasifique a los ocho mejores a la segunda fase, donde chocarían contra los 7 equipos centroamericanos más Canadá. Los ocho ganadores, más México, USA y los equipos sudamericanos formarían 4 grupos de 5 (con Brasil, Argentina y los dos norteamericanos como cabezas de serie) que clasificarían a los primeros dos de cada uno a la máxima competencia mundial. Las fechas a jugar serían la mitad respecto a lo que sucede ahora, haciendo viable que se jueguen, como en el resto del mundo, a lo largo de un bienio. Para la Copa América, se podría hacer algo parecido, pero con menos rondas preliminares. Un torneo de 16 naciones implicaría generar 15 cupos, generables con 5 grupos de 5 en que clasifiquen los primeros 3. Los 30 participantes serían los 10 equipos sudamericanos, los 3 norteamericanos y los 12 mejores de Centroamérica y Caribe. Aquí también tenemos un número de fechas reducido y asimilable en dos años.
De esta manera se equilibraría un poco el calendario de partidos de esta parte del mundo, que es enloquecido, con copas continentales cada dos años (desde 1987), eliminatorias que duran 3 (desde 1995), etc etc. En años pasados se vieron los nefastos resultados de esto: la Copa América del año posterior al Mundial ('87, '91, '95, '99) encontraba a jugadores desgastados por dos temporadas ininterrumpidas de partidos, y la del año anterior al sucesivo ('89, '93, '97, '01) se superponía con la fase decisiva de las eliminatorias, haciendo que muchos terminen por mandar equipos alternos o juveniles. Pensé que con la postergación de la Copa del 2003 al 2004 la cosa entraría en un modus operandi mucho más lógico, emparejándose con las fechas de las Eurocopas, pero no. Ahora las copas se celebrarán cada cuatro años, lo cual es un paso adelante, pero se harán siempre en los años sucesivos a las Copas de Mundo. Primera consecuencia: los dos mejores jugadores del continente, Kaká y Ronaldinho, físicamente exhaustos luego de dos temporadas europeas y un Mundial en el medio, han dado forfeit. Algo que se hará moneda corriente en los próximos años.
Pero pasemos al juego. Doce equipos luchan por los 8 lugares en los cuartos de final, un porcentaje muy alto y que permite que una u otra selección mediocre pase el turno con dos empates. Esperemos que esto nos favorezca, aunque la veo difícil. Uruguay tiene un equipo armado gracias a la cabeza fría de Tabarez; Venezuela es el local (recordemos la estadística, ningún local ha jamás sido eliminado en primera ronda en competiciones continentales o mundiales de formato similar); y Bolivia es el país más cercano políticamente a los llaneros, algo que no subestimaría.
Pero como si no bastara con estos adversarios, Perú tiene que luchar contra sus propios demonios. En un post anterior, trataba de sugerir al coach Uribe las posibles variantes para poder lanzar a la cancha a los mejores jugadores sin desequilibrar al equipo. Una era el 3-4-3, donde los tres de atrás eran Vílchez, Rodríguez y Acasiete, la volante estaba compuesta por dos carrileros de ida y vuelta (sugería a Vargas y Solano, perfectos para ese esquema), un volante de contención y un mixto con buen pase, y los 3 grandes arriba, Farfán-Pizarro-Guerrero. La otra alternativa era sacrificar a uno de los delanteros (Guerrero) desplazando a Vílchez como marcador izquierdo e incluyendo a Galliquio como marcador derecho, formando un clásico 4-4-2. Demás está decir que el mejor sistema es el primero.
Pero la Federación Peruana, el entrenador y la mala suerte se han cruzado con esas ideas. La primera impide la convocatoria de Solano, por líos preexistentes; Uribe no lleva a Venezuela a su lógico reemplazante, Prado, ni al suplente de Vargas por la izquierda, Hidalgo; y finalmente el mismo Vargas se lesiona un día antes de partir. Resultado: Perú no tiene entre sus 22 convocados un solo hombre que avance eficientemente por los laterales, ni en defensa ni en la volante. Lo lógico, frente a esta situación, era retroceder de emergencia a un 4-4-2 atípico, con los 4 stoppers en línea atrás, dos volantes de marca, Mariño delante a ellos, Farfán libre por los lados, Pizarro y Guerrero arriba. No se avanzará mucho por los laterales, pero por lo menos no se pierde la mitad de la cancha.
Obviamente Uribe no hará esto; agárrense porque las cosas se ponen feas. Perú va a jugar con 5 stoppers en línea, todos los que tiene en su roster: Vílchez por izquierda, Acasiete, Rodríguez y Villalta en el centro, Galliquio por derecha. Delante a ellos un solo volante, que entre otras cosas no es de contención sino mixto, Bazalar, con el ligero agravante de tener casi 40 años. Y arriba, cuatro delanteros netos como Farfán, García, Pizarro y Guerrero. Algo así como un 5-1-4 que no da ningún equilibrio y que parte en dos el equipo, dejando al indefenso Bazalar a cargo de todo el tercio central del terreno de juego. El entrenador trata de ocultar esto diciendo que Vílchez y Galliquio serán volantes carrileros, pero eso es absurdo considerando que jamás se han desempeñado en esa función; por otra parte, pensar que Farfán y García, dos goleadores rápidos y oportunistas, puedan crear juego para las dos torres de arriba es algo totalmente absurdo.
Esto no niega que Perú pueda hacer sensación y llevarse de encuentro a los demás con una defensa de fierro y un contragolpe mortífero, es decir el único tipo de juego que permite un módulo similar; pero esto vale siempre y cuando el adversario quiera hacer el partido y sobre todo no logre pasar en ventaja. Si no, adiós. El partido con Uruguay dará la medida de esto: un primer gol charrúa eliminaría de golpe cualquier sustento al módulo uribesco; un gol peruano, con posible victoria posterior, lo eternizaría.
A ver qué sucede, que el buen Guaky (finalmente una mascota carismática y bolivariana!) nos proteja y que no nos dejemos pasar por encima por celestes, altiplánicos y vinotintos. Salud!
No hay comentarios:
Publicar un comentario