El tiempo vuela... 3 semanas sin postear son realmente una exageración. Por otra parte, no tuve el tiempo material para hacer nada al respecto, entre los preparativos de la boda, el cierre de año en el trabajo, la sucesión de festividades decembrinas. Un terrible menage-a-trois condenado a cargar todo el stress posible.
De los tres vértices de ese eje del mal (?), dos ya están cancelados (casamiento y fiestas), y ahora me espera limpiar de la forma menos dolorosa posible todo lo que quedó en el aire en esta oficina antes del 31... no es poca cosa. Por otra parte, el primer buen propósito de los newlyweds ha sido iniciar de forma conjunta un exigente entrenamiento físico con el objetivo, dentro de 10 meses, de poder correr en dúo la próxima 10k, luego de mi buena experiencia en formato individual. Esto implica despertarse antes en las mañanas (jogging a distancias progresivamente mayores) y ocupar una porción de tiempo libre en las noches en el gimnasio. Es decir, hasta que no me compre una laptop para poder escribir posts en mi cama, seguiremos con esta especie de racionamiento cuasi soviético, limitado por los milímetros de libertad que puedo abrirme durante la jornada laboral.
Hacer un resumen de estas 3 semanas resultaría en todo caso incompleto y no lograría transmitir las emociones concentradas en tan pocos días. Sólo queda soltar pincelazos aquí y allá, a ver qué pasa. Por ejemplo, ya está en mi poder el famigerado album de cromos de Marco Polo, del que hablaba en un artículo cargado de nostalgia. El impacto con él ha sido por lo menos chocante, digno de un momento classic de Ratatouille (los que han visto la película lo identificarán inmediatamente), especialmente por la cantidad de recuerdos que generaban ciertas imágenes que no estaban tan grabadas en mi mente como otras... y también por darme cuenta que algunas, en cambio, habían terminado transfigurándose de forma radical en los recovecos de mis neuronas. Me imagino que es lo mismo que sucede cuando uno se reencuentra con alguien que conoció en la infancia y del cual no supo ni vio fotos por unos 25 años.
La boda estuvo bien. No se pareció mucho a mi ideal para este tipo de ceremonias, terminó siendo bastante distinta incluso a la que se había planeado hasta pocas horas antes de su realización, por suerte no llegó a los extremos catastróficos que me temía faltando segundos para su inicio. En resumen, algo parecido a la primera reunión con los padres de tu novia: no es para nada como la imaginabas, no sale en absoluto como esperabas, no es tan mala como creías.
En estos casos, consejo a los navegantes, oído a la música, abran bien los ojos: lo importante es entrar con el menor nivel posible de expectativas, todo lo que sea mejor terminará siendo un plus y redundará en una mejor impresión del evento. Es preferible dar por seguro que el coro fallára una armonía, que el sacerdote se equivocará los nombres de los contrayentes, que alguien se desmayará durante la ceremonia, que la comida será escasa, el vino avinagrado, las flores muy poco frescas, las fotos fuera de foco, etc etc etc. Al final, cuando se saquen las cuentas, los puntos positivos serán indudablemente más que esos eventuales lunares, así que todos felices, todos contentos, viva los novios, viva yo (?).
Otro tip: no organicen su casamiento cerca a Navidad y fiestas aledañas. Los proveedores son inubicables y tienen miles de compromisos ya programados y a los cuales no renunciarán jamás para darles un mejor servicio; muchos invitados separaron hace meses sus sombrillas en los mares del Sur y verlos a ustedes vestidos de muñecos de torta no equivale a un buen día de sol, arena y mar; los viajes de luna de miel cuestan una salvajada (redundaré en eso más adelante); las tiendas por departamentos recortan su área de regalos para dar espacio a la campaña navideña, así que los gifts que reciban estarán más repetidos que un capítulo de Friends en Warner Channel; sin contar que los novios llegan al altar con perfiles más redondos que nunca, vista la improvisa e innegable abundancia de panetones y pavos en sus mesas, con tristes efectos para la autoestima de los mismos cuando vean las fotos del magno evento. Eviten todo eso: cásense en la semana más anónima del año que puedan encontrar. Principios de marzo, mediados de junio, fines de setiembre.
Y por cierto, si el sacerdote se olvida de pronunciar el fatídico "Puedes besar a la novia", no duden en tomar las riendas del asunto ipso facto y sin previo aviso. Éxito asegurado con la platea (aplausos, lágrimas, risas, aullidos sofocados), momento Kodak para el álbum de fotos, y la deliciosa y maligna certeza que pocas veces en la vida podrán hacer pasar más vergüenza a su consorte delante a tanta gente, quedando a la vez como todo un émulo de Rodolfo Valentino en el imaginario colectivo de los asistentes.
No me fui de luna de miel. Con 2 días 2 de vacaciones es imposible siquiera pensar en el tema, más allá de que los tour operators revelen su verdadera alma Shylockiana cada vez que se asoma un feriado, dupli/tripli/cuadruplicando los precios sin mostrar el menor rubor. Probablemente durante el año prepare un blitz caribeño, adecuadamente disfrazado de alguna afección respiratoria para los fines de permiso laboral, y será en los días en que un viaje de ese tipo reporte la menor ganacia a las agencias de viajes. Quiero tener el gusto de decir que me dieron el servicio menos redituable para ellos, el que menos galones de gasolina significó para sus autos, el que menos días de colegio pagó a sus hijos. Vive la resistance!
Ganarse la noche de bodas por el volumen de regalos recibidos en la lista de novios: kinda cool. Que esa noche sea en la suite presidencial de un hotel 5 estrellas: definitely cool. Tomarse una botella de champagne de primera en el Jacuzzi de la suite, con vista al parque, inmerso en un mar de burbujas perfumadas, pétalos de rosa y luz difusa: uber-extra-ultra-cool. El reflejo en el espejo de mi sonrisa de absoluta y gozosa satisfacción cuando recuerdo que no estoy pagando ni un centavo por todo eso: priceless. Mastercard, ahí tienes listo un nuevo spot (?).
Mañana este blog cumple 11 meses de vida. El próximo post será el clásico resumen mensual, con ránkings y comentarios; aunque adelanto un punto curioso: en estas tres semanas de ausencia forzada, el blog ha tenido 1305 visitas, en promedio más de 50 por día. No será que me conviene dejar más espacio entre un artículo y otro?
El calor es agobiante. Extraño hundirme en el Jacuzzi olvidándome del mundo. Es hora de volver a trabajar.
De los tres vértices de ese eje del mal (?), dos ya están cancelados (casamiento y fiestas), y ahora me espera limpiar de la forma menos dolorosa posible todo lo que quedó en el aire en esta oficina antes del 31... no es poca cosa. Por otra parte, el primer buen propósito de los newlyweds ha sido iniciar de forma conjunta un exigente entrenamiento físico con el objetivo, dentro de 10 meses, de poder correr en dúo la próxima 10k, luego de mi buena experiencia en formato individual. Esto implica despertarse antes en las mañanas (jogging a distancias progresivamente mayores) y ocupar una porción de tiempo libre en las noches en el gimnasio. Es decir, hasta que no me compre una laptop para poder escribir posts en mi cama, seguiremos con esta especie de racionamiento cuasi soviético, limitado por los milímetros de libertad que puedo abrirme durante la jornada laboral.
Hacer un resumen de estas 3 semanas resultaría en todo caso incompleto y no lograría transmitir las emociones concentradas en tan pocos días. Sólo queda soltar pincelazos aquí y allá, a ver qué pasa. Por ejemplo, ya está en mi poder el famigerado album de cromos de Marco Polo, del que hablaba en un artículo cargado de nostalgia. El impacto con él ha sido por lo menos chocante, digno de un momento classic de Ratatouille (los que han visto la película lo identificarán inmediatamente), especialmente por la cantidad de recuerdos que generaban ciertas imágenes que no estaban tan grabadas en mi mente como otras... y también por darme cuenta que algunas, en cambio, habían terminado transfigurándose de forma radical en los recovecos de mis neuronas. Me imagino que es lo mismo que sucede cuando uno se reencuentra con alguien que conoció en la infancia y del cual no supo ni vio fotos por unos 25 años.
La boda estuvo bien. No se pareció mucho a mi ideal para este tipo de ceremonias, terminó siendo bastante distinta incluso a la que se había planeado hasta pocas horas antes de su realización, por suerte no llegó a los extremos catastróficos que me temía faltando segundos para su inicio. En resumen, algo parecido a la primera reunión con los padres de tu novia: no es para nada como la imaginabas, no sale en absoluto como esperabas, no es tan mala como creías.
En estos casos, consejo a los navegantes, oído a la música, abran bien los ojos: lo importante es entrar con el menor nivel posible de expectativas, todo lo que sea mejor terminará siendo un plus y redundará en una mejor impresión del evento. Es preferible dar por seguro que el coro fallára una armonía, que el sacerdote se equivocará los nombres de los contrayentes, que alguien se desmayará durante la ceremonia, que la comida será escasa, el vino avinagrado, las flores muy poco frescas, las fotos fuera de foco, etc etc etc. Al final, cuando se saquen las cuentas, los puntos positivos serán indudablemente más que esos eventuales lunares, así que todos felices, todos contentos, viva los novios, viva yo (?).
Otro tip: no organicen su casamiento cerca a Navidad y fiestas aledañas. Los proveedores son inubicables y tienen miles de compromisos ya programados y a los cuales no renunciarán jamás para darles un mejor servicio; muchos invitados separaron hace meses sus sombrillas en los mares del Sur y verlos a ustedes vestidos de muñecos de torta no equivale a un buen día de sol, arena y mar; los viajes de luna de miel cuestan una salvajada (redundaré en eso más adelante); las tiendas por departamentos recortan su área de regalos para dar espacio a la campaña navideña, así que los gifts que reciban estarán más repetidos que un capítulo de Friends en Warner Channel; sin contar que los novios llegan al altar con perfiles más redondos que nunca, vista la improvisa e innegable abundancia de panetones y pavos en sus mesas, con tristes efectos para la autoestima de los mismos cuando vean las fotos del magno evento. Eviten todo eso: cásense en la semana más anónima del año que puedan encontrar. Principios de marzo, mediados de junio, fines de setiembre.
Y por cierto, si el sacerdote se olvida de pronunciar el fatídico "Puedes besar a la novia", no duden en tomar las riendas del asunto ipso facto y sin previo aviso. Éxito asegurado con la platea (aplausos, lágrimas, risas, aullidos sofocados), momento Kodak para el álbum de fotos, y la deliciosa y maligna certeza que pocas veces en la vida podrán hacer pasar más vergüenza a su consorte delante a tanta gente, quedando a la vez como todo un émulo de Rodolfo Valentino en el imaginario colectivo de los asistentes.
No me fui de luna de miel. Con 2 días 2 de vacaciones es imposible siquiera pensar en el tema, más allá de que los tour operators revelen su verdadera alma Shylockiana cada vez que se asoma un feriado, dupli/tripli/cuadruplicando los precios sin mostrar el menor rubor. Probablemente durante el año prepare un blitz caribeño, adecuadamente disfrazado de alguna afección respiratoria para los fines de permiso laboral, y será en los días en que un viaje de ese tipo reporte la menor ganacia a las agencias de viajes. Quiero tener el gusto de decir que me dieron el servicio menos redituable para ellos, el que menos galones de gasolina significó para sus autos, el que menos días de colegio pagó a sus hijos. Vive la resistance!
Ganarse la noche de bodas por el volumen de regalos recibidos en la lista de novios: kinda cool. Que esa noche sea en la suite presidencial de un hotel 5 estrellas: definitely cool. Tomarse una botella de champagne de primera en el Jacuzzi de la suite, con vista al parque, inmerso en un mar de burbujas perfumadas, pétalos de rosa y luz difusa: uber-extra-ultra-cool. El reflejo en el espejo de mi sonrisa de absoluta y gozosa satisfacción cuando recuerdo que no estoy pagando ni un centavo por todo eso: priceless. Mastercard, ahí tienes listo un nuevo spot (?).
Mañana este blog cumple 11 meses de vida. El próximo post será el clásico resumen mensual, con ránkings y comentarios; aunque adelanto un punto curioso: en estas tres semanas de ausencia forzada, el blog ha tenido 1305 visitas, en promedio más de 50 por día. No será que me conviene dejar más espacio entre un artículo y otro?
El calor es agobiante. Extraño hundirme en el Jacuzzi olvidándome del mundo. Es hora de volver a trabajar.
2 comentarios:
Una vez más enhorabuena! No tienes ni idea de lo que me hubiera gustado estar allí. Pero me daré con un canto en los dientes si consigo una copia del video y algunas fotillos. ;)
Un beso enorme.
Gracias a tí y a todos los que me hicieron llegar sus felicitaciones por mail. Thanks, folks!
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