lunes, 14 de enero de 2008

Es leyenda? - parte III

Llega finalmente a su conclusión el tríptico de posts sobre I am legend. En la primera parte había cubierto los aspectos positivos de la película, en la segunda los problemas relativos a ciertos aspectos discutibles del guión. Ahora es el turno de los dos puntos más polémicos en este blockbuster: los efectos especiales y la innecesaria adición de una temática espiritual / paranormal.

En cuanto a los VFX, hay que distinguir las dos grandes líneas de empleo de tecnología digital en este largometraje, que además tienen un rendimiento completamente opuesto. La menos evidente y mejor lograda consiste en la transformación del espacio urbano de NYC en un ambiente abandonado y en plena regresión hacia un nuevo dominio de la naturaleza sobre el cemento y el asfalto. La primera secuencia, hábilmente encuadrada en una partida de caza de Neville por las calles desiertas, permite empaparse de una atmósfera inquietantemente realística, en medio a rascacielos cubiertos con plástico (inmediatamente recordé el estilo de Christo & Jeanne-Claude), calles repletas de maleza, carteles publicitarios polvorientos y corroídos por el tiempo. A lo largo de toda la película se mantiene una verosimilitud altísima que aporta significativamente a su capacidad de involucrar al espectador en lo que sucede.

Lo que sorprende, en cambio, es el nivel discreto de las animaciones digitales, marcadamente en el caso de los darkseekers, aunque los venados tampoco representan un ejemplo destacado de empleo de CGI. Lo más curioso es que el mismo director ha recalcado en más de una entrevista que originalmente los zombies / vampiros iban a ser representados por actores de carne y hueso con una importante cantidad de prostéticos y maquillaje, al estilo orcos de The lord of the rings, pero el resultado de las pruebas que vio no lo dejó satisfecho; así que, luego de recibir un ingente aumento de presupuesto, se pasó al diseño y realización de esas criaturas por ordenador.

Cuando me enteré de esto, tiempo antes del estreno, tuve mis buenas dudas. El nivel alcanzado por la efectística en los últimos años es sensacional, pero si hay algo que todavía escapa a las garras de la tecnología es justamente obtener una representación vívida del ser humano. No es una casualidad que las dos creaciones digitales más exitosas desde ese punto de vista son sin ninguna duda Gollum y Davy Jones (ambos en las segundas partes de sus respectivas trilogías, la ya mencionada epopeya de Tolkien y Pirates of the Caribbean), que de humano tienen muy poco; otro factor importante es que ambos, dentro de cada película, representan el objeto del mayor esfuerzo de los diseñadores. Cuando, en cambio, es cuestión de tener hordas de humanoides que requieren un tratamiento similar para todos y cada uno de ellos, se cae en los problemas de I,robot o The mummy returns, por no llegar a los extremos de películas completamente animadas como Final fantasy o Beowulf: es imposible brindar a toda la tropa un realismo aceptable para el público, y generalmente se termina con algo homogéneo pero fofo, insípido, notoriamente falso.

Ese es el caso en I am legend. Los darkseekers parecen personajes de una película de mo-cap (como Beowulf) antes que antagonistas creíbles en una película de acción real. Lo más fastidioso del asunto es que el director justificó su decisión de reemplazar make up por CGI no tanto por el look que presentaban, cuanto por la posibilidad de obtener movimientos marcadamente inhumanos. Lo que ha conseguido es algo contraproducente, especialmente en las últimas escenas, cuando un regimiento de vampiros asalta la casa de Neville: parecen clones de Spiderman, trepando por paredes, postes, techos como si fueran superficies horizontales, sin el menor esfuerzo ni una sensación de peso propio, algo que quita un poco la sensación de estar enfrentándose a algo más o menos humano. Se despersonaliza el conflicto y termina reduciendo el impacto de la lucha. Un paso en falso en plena regla.

Pero por más detestable que sea la presentación de los chupasangre, es un pecado venial comparado con el gran problema que impide a I am legend convertirse en algo absolutamente memorable: lo llamo el síndrome de Signs. En el tercer acto de la película, luego de que Neville se encuentra con otros supervivientes, Anna y Ethan, empiezan a darse una sucesión de hechos que poco o nada tienen que ver con lo que se ha venido desarrollando hasta el momento. La introducción no es mala, con un intercambio tenso y bien escrito entre Neville y Anna, que culmina con un punchline amargo de Will Smith, cuando su interlocutora le dice que cree en Dios. Él responde: El Dios? Ese Dios?

En estas palabras se concentra toda la posición que la película ha mantenido: el hombre ha jugado con fuego y ha terminado quemándose. No hubo intervención divina negativa ni positiva durante la propagación del virus, el mundo simplemente siguió sus reglas crueles pero naturales, y la lógica conclusión del proceso es el infierno en el que tienen que vivir. Por eso, cuando Anna responde que ella tiene fe en la existencia de una comunidad inmune en Vermont, o que Dios habló con ella para hacerle oír el mensaje radio de Neville, todos compartimos el escepticismo de éste último y atribuimos esas ideas a las consecuencias de la soledad que ya vimos en toda su dramática extensión durante los diálogos del protagonista con los maniquies de la tienda de videos.

Un segundo después de terminado el diálogo, sin embargo, una alarma comenzó a dispararse en mi cabeza. Recordé la vieja regla de Hollywood, según la cual todos los personajes, eventos o lugares que reciben una atención particular terminan siendo relevantes para la trama. Comunidad inmune en Vermont? Es 100% cierto que la llegaremos a ver antes que termine la película. Y si esto sucede, quiere decir que alguno de los personajes no sólo va a sobrevivir, sino que seguirá la idea de Anna, o mejor dicho creerá a sus palabras y se encontrará con que ella tenía razón. En resumen, la sola mención de ese paraíso incontaminado por la plaga implica que la película está cambiando de bando y admitiendo que Anna tiene algo especial, muy especial; porque en ningún momento ella ha presentado la menor prueba material de esa información, ni siquiera un chisme oído en el barco que la trajo desde Brasil. Bastaba incluir una línea en que ella dijera que se cruzó con un sobreviviente que se lo contó, o que recibió una transmisión similar a la de Robert. Pero no.

Sin embargo, la fuerte oposición de Neville me daba esperanzas. Esperanzas que se hicieron añicos cuando otro hecho mencionado de pasada varias veces durante la película (su difunta hija hace referencia a seguir una mariposa, o algo así), y que por lo tanto debería haberme llamado la atención por la regla citada en el párrafo precedente, reaparece en pleno clímax. Los sobrevivientes están arrinconados por los darkseekers, Neville tiene en su mano el antídoto a la enfermedad, trata de llegar a algún entendimiento con sus enemigos, ve que no hay ninguna posibilidad de alcanzarlo, sabe que tiene a la mano el arma que puede evitar una muerte atroz a sus protegidos. Y en ese preciso instante, nota el tatuaje en el cuello de Anna. Adivinen qué es: exacto, una mariposa.

Así como la moribunda esposa de Mel Gibson en Signs le indicaba con larga anticipación como derrotar una invasión alienígena, así la pequeña hija de Neville (no moribunda pero a punto de partir) daba a su padre la clave para desembrollar la situación y (probablemente) salvar el mundo. Era necesario para la película? No. Era necesario para justificar la voluntad de Neville de sacrificarse para salvar a los otros dos sobrevivientes? No. Era necesario que él, gracias a ese instante sobrenatural, creyera en Anna como para confiarle los pocos mililitros de antídoto que había obtenido? No, no y no. Cualquier héroe lo hubiera hecho sin mayores mensajes del más allá o del pasado, no por nada existe eso de primero mujeres y niños.

Es un elemento postizo, que no aporta nada al desarrollo de la trama, no justifica per se los comportamientos de los personajes, no habita el mismo espacio filosófico de lo que se ha contado hasta ese momento. Por lo tanto, tenía que ser cortado, o mejor dicho nunca tuvo que ser agregado. Mal, muy mal.

Concluyendo, cuento un punto negativo grande y un par de lunares más pequeños. No arruinan todo lo bueno que I am legend ha ido acumulando a lo largo del metraje, pero impiden que alcance cotas de excelencia que por buena parte de su desarrollo demostraba merecer. Will Smith entrega una actuación absolutamente remarcable para una película de género; Francis Lawrence, excluyendo la mala decisión respecto a los darkseekers, se presenta con fuerza como valor a tener en cuenta, especialmente porque demuestra aprender de errores previos; la atmósfera de la cinta está perfectamente lograda; el ritmo es irrefrenable. Con un poco más de atrevimiento, que en este caso implicaba no alejarse mucho del tema principal de la novela, se podía tener algo memorable.


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