No, no voy a hablar de la caída de la bolsa, que ayer por fin tuvo un día positivo luego de 7-8 bajadas catastróficas. Tampoco de las malas vibras que me producen algunas situaciones en mi oficina. Menos aún del continuo desangramiento monetario producido por los costos de la inminente boda. Tengo que escribir sobre algo aún más sofocante, por la total ausencia de esperanzas de solución que tiene, a diferencia de las demás cosas: la bolsa a la larga recuperará posiciones, algún día encontraré otro trabajo, la boda es en cinco semanas y nunca más se repetirá. Pero no veo posibilidades de que los problemas de la selección peruana en estas eliminatorias encuentren un arreglo. Es una tragedia truculenta, con tintes costumbristas y mucha, mucha, mucha oscuridad en su interior.
Trataré de ir en orden y poner las cosas en claro. Quien dice que las selecciones de Navarro y Uribe jugaban mejor, mienten: no sólo no empleaban a jugadores indispensables por rencillas personales (Pizarro en el primer caso, Solano en el segundo), ni tenían un módulo productivo para el funcionamiento del equipo, ni reunían un perfil mínimamente adecuado para el puesto, sino que además ver sus selecciones causaba una pena inmensa. Iría más allá: creo que las únicas representativas nacionales de los últimos 20 años que estuvieron cerca de tener un juego aceptable (sin llegar a tenerlo) fueron la de Oblitas ('96-'99) y la de Autuori ('02-'04), y hay que recordar la masacre a la que fueron sometidos, a pesar que con el primero estuvimos a un punto del Mundial y eliminados por penales en cuartos de la Copa América, y con el segundo llegamos hasta la fecha 13 de eliminatorias con posibilidades intactas y claras de clasificar (ganando en casa con Ecuador hubiéramos estado en el quinto lugar, a tres puntos del tercero, a -2 y -1 en la línea de clasificación respecto al cuarto y tercero).
Otro mito que se oye es que la goleada nos ha quitado de la competencia. Eso es falso. Si analizamos los resultados obtenidos en base a la línea de clasificación, notamos que el empate en casa con Paraguay nos causó -2 puntos y la derrota en Santiago otro -1; las tablas con Brasil y la derrota en Ecuador se anulan, representando respectivamente un +1 y un -1. Es decir, nuestras posibilidades son idénticas a las que teníamos cerrando la segunda fecha: para recuperar el -3 acumulado, se requiere ganar un partido de visita (Venezuela?) y empatar uno de los 3 partidos que quedan contra los grandes (con Argentina ya clasificada, en la penúltima fecha?). Claro, de haber ganado en Quito ya estaríamos en la línea, pero en mis clases de filosofía me enseñaron que no se pueden comparar situaciones reales con utopías nunca realizadas, así que no puedo aunarme al coro de los eliminacionistas.
Más aún, en el post sobre los demás partidos anoté algunas enormes recuperaciones de Ecuador y Uruguay, que tenían un puntaje mucho peor y con menos fechas por jugar, y sin embargo lograron entrar entre los primeros 5, logrando hazañas notables (principalmente, sacando puntos a los grandes, pero también ganando como visitante en plazas no tan inexpugnables). No es por decir, pero si una selección no logra ganar en casa y empatar afuera a los rivales directos, no merece clasificar, punto y a parte. Y lo mismo si pierde puntos en casa y no logra recuperarlos con algún triunfo de visita. Lo que me fastidia es que sigo convencido que jugando el partido en condiciones normales (ya hablaré de las anomalías más adelante), ésta era la victoria de visita más probable. Veo imposible derrotar a Paraguay en Asunción, Colombia tiene la altura de Bogotá y una buena defensa, Bolivia los 4 mil metros de La Paz, Uruguay juega bien aún sin obtener resultados... el único partido afuera donde tengamos más posibilidades de ganar que hace dos días será en Venezuela. Que, para las crónicas, nos viene ganando en casa regularmente.
Probablemente la gente se ilusionó mucho por el empate con Brasil, conseguido contra un adversario que fuera de sus fronteras juega con el freno a mano puesto, con una diferencia abismal en los intentos a puerta (Penny fue figura, Julio Cesar ni se ensució la camiseta), a través de un autogol infantil, gastando tarjetas amarillas de forma absurda, sin que los delanteros produjeran ni una ocasión clara de gol. Antes de eso, nos habíamos salvado de milagro con Paraguay (sin Santa Cruz) en casa y habíamos caído frente a un Chile mediocre. Viva la racionalidad. Éramos un equipo despuntado y frágil antes de Brasil y un buscapiés de Vargas no nos tranformaba como por encanto en la Holanda del '74. Hay equipos que a Brasil le han ganado en casa de forma apabullante (recuerdo un 3-0 de Chile en la eliminatoria del 2002) y aún así llegaron décimos (de 10 equipos) en la tabla.
Todos estábamos de acuerdo que si alguna levísima mejora se había dado en el Monumental, era porque al fin Chemo había podido poner a los mejores jugadores en sus posiciones naturales (más o menos, sigue siendo discutible colocar a Farfán de lateral en la volante, siendo un extremo), encontrando algunos elementos interesantes en puestos discutidos (Salas de marcador derecho, Lobatón de volante mixto). Se asumía que más adelante, con Guerrero sin gastritis (más sobre esto en algunas líneas), con Farfán y Pizarro recuperando millaje, seríamos un equipo mucho más efectivo de cara al arco, y por lo tanto mundialistable.
Pero desde el momento de la preparación a esta fecha doble (y queda constancia en este post) yo venía insistiendo que el partido clave era con Ecuador, y eso que a éstos aún les faltaba recibir una goleada más antes de vernos las caras, no el match con los brazucas. El empate o derrota en casa con Kaká & Co. no nos haría ni más pobres ni más ricos, mientras que la victoria en Quito significaba acercarse mucho al objetivo, amén de eliminar definitivamente de carrera a un rival directo; para entendernos, perder en el Monumental nos mantenía en el -3 de la línea, y con un triunfo en Ecuador (+2) pasábamos a sólo -1 del óptimo.
Eso implicaba, por simple lógica, apuntar claramente al segundo encuentro. Lo ideal, tal como solicitó Oblitas cuando negociaron su posible retorno como director técnico, era jugar con Brasil en Arequipa (a 2400 metros), de manera que los jugadores tuvieran una aclimatación perfecta a la altura, incluyendo un partido exigente y que de paso hubiera causado problemas a los amigos de Dinho. Como se sabe, la crónica ineficiencia de la Federación provocó que nadie incluyera ese estadio en la lista de posibles escenarios para las fechas de este año (prefirieron incluír al impresentable estadio de Matute...), así que no fue posible. Pero se podía recuperar con una solución alternativa: guardarse para el segundo encuentro al equipo titular, aprovechando las dos semanas de preparación para mandarlos a la altura y aclimatarlos bien, dejando a las segundas (y terceras) líneas para enfrentar a Brasil; a lo mejor, si jugaba gente del torneo local, no acostumbrada a partidos internacionales y que nunca más en su vida jugaría contra Robinho, Maicon o Mineiro (?), podían emocionarse y hasta conseguir el empate; si perdían por 0-9, no era una desgracia, mientras que nuestro mejor equipo entrenaba en Cusco y llegaba íntegro al match clou de nuestro camino a Sudáfrica (?).
Pero no. Algo falló, y Chemo Del Solar hizo las cosas exactamente al revés, es decir mandó al mejor equipo a conseguir un empate agónico en casa e improvisó cualquier cosa menos una selección competitiva a Quito, convocando a 5 elementos de Cienciano en el Cusco que entrenaron solitos (bueno, con el asistente Asteggiano) esos 15 días en su ciudad y que serían empleados en la altura en reemplazo de algunos titulares. Si no ven lo absurdo del asunto desde ahora, se lo voy a explicar en pocas palabras: 1. cinco jugadores no pueden hacer prácticas de fútbol decentes por su cuenta, peor aún considerando que prácticamente eran uno por zona de la cancha (un lateral defensivo, un central, un volante de contención, un creativo, un extremo); 2. esos cinco elementos, aún imaginando que jugaran en bloque, serían la mitad de un equipo, y de un equipo que no habría entrenado nunca de forma conjunta antes del partido; 3. de los cinco, uno nunca había jugado con la selección, otro tiene 39 años, otro no era convocado hace por lo menos 4 años, en resumen, no era gente competitiva a nivel internacional, más en un choque decisivo.
La debacle quiteña inicia con esa errada, inútil, absurda decisión. Si Chemo pensó que era la mejor opción, es una culpa gravísima por su parte, que demuestra una inexperiencia total en estos temas; pero me temo que la cosa va por otro lado. Hay una continuidad de elementos que me hace intuir (y no sólo a mí) que los jugadores tienen demasiado poder en las decisiones logísticas del entrenador: no me sorprendería que llegaran al punto de pedirle jugar sólo contra los monstruos de Brasil (todos quieren una camiseta amarilla de recuerdo) y armar un equipo B (sin ellos) para Ecuador; para disfrazarlo, Chemo arma el asunto de convocar a la gente de Cusco, hasta darse cuenta que no va a conseguir suficientes hombres allí, y todo queda a mitad de camino, mal pensado, peor realizado. Esa es mi sospecha.
Esta sospechosa relación con los players (?) empezó antes del partido de Paraguay, cuando se recortó la concentración para dar una noche libre a los seleccionados, confiando en que se porten bien (algo así es como darle una granada a un niño); luego, después de llegar a Chile muy tarde por culpa del desastroso charter que alquiló la Federación, Del Solar (o más bien su plantel) decidió que era mejor postergar y recortar el entrenamiento de la mañana, así como evitar desplazarse a través de Santiago para reconocer la cancha donde iban a jugar; ahora se acaba de descubrir, gracias al Guerrero affair (?), que un día antes del partido con Brasil, que para el entrenador era más importante que el de Quito, al punto de poner a su mejor equipo y mandar a inexpertos a Ecuador, les dió la tarde libre a los jugadores. Simplemente absurdo.
No sé si nuestro DT lo hace para congraciarse a los referentes (?) o si simplemente éstos son los que mandan (como dice Efraín Trelles en su último artículo), pero todo eso está muy mal, casi tan mal como la poca cara de exigir el pago del premio por el empate (?) con Brasil antes de abordar el avión hacia el norte, con consiguiente retraso del mismo... y que sospecho que fue porque se olían que allá no ganarían y sería poco probable que les paguen luego de una humillación como la que efectivamente se vivió. Más allá de eso, hay dos casos claros de que los jugadores hacen lo que les dá la gana: el misterio de las tarjetas y la velada romántica o puttanesca de Paolo en el Friday's de San Isidro. Vamos en orden.
Antes del partido de Brasil, luego de saber el planteamiento de Chemo frente a los dos partidos (es decir, titulares frente a Brasil y combinado mixto con cusqueños para Quito), lo primero que se me ocurrió (luego de varios insultos) fue que había que cuidar como oro a los chicos que tenían una tarjeta amarilla previa y que serían suspendidos para el siguiente partido si recibían otra por bajarse a patadas a Gilberto Silva (?). Curiosamente, eran pilares irremplazables del equipo como Rodriguez, Vargas y Solano, más De la Haza y Vílchez, primeros recambios en la volante y la defensa, respectivamente.
Empezando el choque en el Monumental, muchos especulaban que al menos Solano haría todo lo posible para conseguir la segunda amarilla y evitarse el viaje a la altura; algo sumamente irresponsable considerando que es uno de los pocos que no tiene un reemplazante digno en su puesto. Todo esto derivaba de declaraciones previas al inicio de las eliminatorias, donde la mayor parte de los jugadores que se desempeñan en el extranjero (en especial Solano, Guerrero y Farfán) dijeron que no querían jugar en la altura, aduciendo que no se conseguiría ninguna ventaja sobre los rivales, en cuanto ellos mismos estarían fuera de onda. Lógico, pero discutible cuando hablamos de jugar de visita, algo que escapa a su decisión. El asunto es que Solano efectivamente obtuvo su tarjeta por un foul inútil e infantil (luego diría que el Chemo le dijo que "no se guardara nada" o que "en realidad sólo podía jugar uno de los dos partidos"), aunque el premio se lo lleva Vargas por hacerse amonestar al sacarse la camiseta y saludar a su madre; en cambio De la Haza se ganó la amarilla para detener a Kaká lanzado en contragolpe, algo que es perdonable y más bien recomendable.
Así, por tonterías más o menos voluntarias, perdíamos 2 de los 7 indiscutibles en cualquier partido, aquí, en Ecuador, en Tibet (?) o donde sea (a saber, Vargas, Acasiete, Rodríguez, Solano, Farfán, Pizarro y Guerrero); De la Haza nos quitaba una variante interesante en la mitad de la cancha o sobre el carril derecho en lugar de Solano, considerando su pasado cusqueño. Poco después se agregaría al vagón de los autoeliminados el gran Paolo, nuestra esperanza goleadora, por motivos gástricos (?), y el día antes del partido el Mudo Rodríguez se agripó y nos dejó con una defensa por armar. Adicionalmente, de los cinco jugadores cusqueños uno se lesionó: Villamarín, lateral defensivo que por lógica hubiera ocupado el lugar de Vargas. Amanecimos el miércoles con 4 de los 7 magníficos fuera de juego. Lo más grave era lo de Solano, considerando que su primer reemplazante estaba también fuera del partido y eso involucraba modificar el esquema de juego, y lo de Vargas, simplemente el único marcador izquierdo de nivel internacional que tengamos (salvo quizás Hidalgo, en todo caso lesionado); Vílchez lo podía haber reemplazado, pero obviamente tuvo que desplazarse al centro para suplir a Rodríguez; arriba, Farfán podía ocupar el puesto de Paolo al lado de Pizza, replicando la improductiva dupla de las primaras fechas. Veamos los distintos escenarios (en cursiva los nuevos respecto al Monumental).
Me dirán que muchos cambios estaban obligados. Las ausencias sucesivas de Vargas, De la Haza (que en caso de emergencia podía ser marcador derecho, desplazando a Salas a la izquierda) Villamarín, Rodríguez y Vílchez obligaba a incluir a Solís y Gómez; la crónica ausencia de volantes, agravada por las lesiones pre-convocatoria de Ciurlizza y Torres y por las ya mencionadas suspensiones de Solano, Vargas (que jugó los primeros partidos como carrilero) y De la Haza, no dejaba muchas alternativas; y en ataque, si pasaba cualquier problema a Farfán, había que escoger entre Mendoza (odiado por el público al fallar un gol imposible en el último minuto de aquel partido con Ecuador en las pasadas eliminatorias: ganando el partido, como dije, estábamos muy cerca de ir a Alemania), Fernández (a su primera convocatoria y de juego similar a Pizarro) y el mismo Mostto.
Todo eso es cierto, pero hay muchos factores a tomar en cuenta. El primero es por qué no jugó Farfán, y mi respuesta es porque él lo pidió: ya dijo que no le gusta y no quiere jugar en la altura, así que debe haber pedido que lo dejen en la banca. No importa que sea una de las máximas estrellas y esperanzas de gol del país, simplemente no quiso fatigarse, algo que debería cargarlo de vergüenza casi tanto como andar con una chica de lo más recorrida (?) y que lo tiene por los ***** (?) . Estoy tan indignado por su arrugue que podría lanzar una fatwa de pena de muerte al estilo Khomeini (?). El segundo punto es por qué no se dejó igual la volante que tan bien lució contra Brasil, donde Jayo y Lobatón demostraron una complementación y un feeling notables; no creo que fuera por cansancio del primero, sino por decisión de Chemo, porque aún si el Pulpo no hubiera tenido los 90' en las piernas, era vital tener un volante de contención iniciando el partido, imaginando una arremetida desesperada de los desahuciados ecuatorianos en los primeros minutos (cosa que efectivamente se dio, incluyendo el inicio de la goleada).
Pero el gran problema de los recambios deriva directamente de la convocatoria hecha por Chemo, afectada en buena medida por su Waterloo de programación doble Lima/Cusco. Por eso tuvo como alternativas a Solís y no a Arakaki (mucho más eficiente, con experiencia en la selección y dominio de las pelotas altas), a Gómez y no a la Pinza Hernández (de gran nivel en Cristal); y dentro de los convocados que no llevó a la banca, Cevasco era mejor opción que Bazalar e Ísmodes que García o Palacios. En tres de estos cuatro casos la gente que ingresó lo hizo con la justificación de su experiencia en la altura, lo cual no suplió en ningún momento a sus graves falencias. Lo que deja perplejos es que Machito Gómez haya jugado un partido de la eliminatoria: ese tipo debería estar en un calabozo, o en el mejor de los casos jugando en segunda división; pero hay gente generosa y las second chances sobran para él. Simplemente absurdo, más considerando que su lado defensivo fue una puerta abierta para los adversarios, y con la agravante de haber lesionado a Vílchez (?) en una entrada homicida. Como dato adicional, digo yo, cuando se malogró (?) Guerrero, no era mejor reemplazarlo por un defensa (Villamarín ya estaba lesionado y De la Haza y Vargas suspendidos) o un volante de contención pura, como backup a Jayo, vistas las ausencias?
Y hablando del rey de Hamburgo (?), el gran escándalo del verano (?) que se viene: la cena de Paolo en Friday's antes del partido del domingo. Resumiendo para los que no saben, Chemo dio tarde libre el viernes, de 5 a 8:30 p.m. Por qué lo hizo, con el mal antecedente previo a Paraguay, es problema y culpa del técnico (y de quienes lo obligan/aconsejan/empujan a hacerlo); la cosa es que nuestro mejor jugador de la actualidad se fue de paseo con una dama desconocida (no tenía novia en Alemania?) y terminó cenando fajitas mexicanas con bastante chili y una cerveza, según lo testimoniado por los meseros, o una ensalada y un té, según él. El mismo Paolo, Pizarro, el Chorri, y su mamá también (?), dicen que fue temprano y volvió puntual; una revista dice tener las pruebas que las fotos incriminatorias que publicaron fueron tomadas a las 2:30 a.m.
Lo bizarro del asunto es que Guerrero pidió ser cambiado al final del primer tiempo contra la verdeamarelha, aduciendo problemas de ahogo que supuestamente ya habían ocasionado su salida de forma similar en los últimos partidos con el Hamburgo; problemas supuestamente causados por una gastritis que supuestamente se traía desde Alemania. Pregunta n.1: los doctores del Hamburgo no lo examinaron? No se dieron cuenta de ese probema? Pregunta n.2: Paolo no dijo nada a los doctores de la selección? Éstos no se informaron con la gente de Hamburgo? Pregunta n.3: si tenía gastritis y todo eso, era lo más lógico salir a cenar en un restaurante que no es famoso por su comida light? Pregunta n.4: por qué no presentó el famoso recibo de consumo con hora 8:00 p.m., la única prueba a su favor hasta el momento, en la conferencia de prensa que dio para exponer sus descargos, sino en una entrevista posterior? No lo encontraba? O no se lo encontraban?
La razón profunda de esto es que Paolo, al igual que Jeffrey, no quería jugar en la altura, y que, aunque duela admitirlo, gran parte del problema médico presentado tiene toda la apariencia de una farsa. Respondiendo a las preguntas: los doctores del Hamburgo no lo examinaron, porque no tenía nada importante; por eso él no dijo nada a los médicos de la selección, ni estos detectaron nada raro; al no tener gastritis, no tuvo reparos en salir a comer platillos chicanos y tomarse una chela, y quien sabe si no cerró la tarde haciendo gol en otra cancha (?); y no presentó el recibo porque, seguramente, algún empleado del restaurante, bajo una propina más generosa que la acostumbrada, hizo su búsqueda y se topó con uno a la medida de lo que quería Paolo, entregándoselo demasiado tarde para la conferencia de prensa. No estoy seguro de lo que dice la revista sobre los tiempos del paseo, algo fácilmente comprobable con las cámaras de seguridad del hotel donde estaban concentrados; pero todo lo demás ya es grave por su cuenta, sin ese extra.
No creo que Paolo haya fingido en el partido con Brasil, donde a todos les conviene figurar; probablemente los frejoles, guacamole, chili, tabasco y otras delicatessen le pasaron factura bajo el sol de Ate, causándole una hiperinflación a lo Alan García. Pero eso se pasa con un buen mate y una pastilla, no impide jugar 3 días después. Claro, salvo que uno no quiera jugar, y en tal caso es una excusa perfecta. Una raya más al tigre.
En resumen, todo muy mal. Culpas del entrenador hay varias: mala planificación de la preparación (plantel dividido entre Lima y Cusco); mala convocatoria de jugadores, para adecuarse a esa programación (los de Cienciano) y para algún fin oculto (Gómez), dejando en casa a alternativas mejores (Arakaki, Hernández); mala elección de los planteles que jugarían los partidos (titulares aquí, los demás en Quito); demasiada permisividad en las concentraciones (noche libre antes de Paraguay, entrenamiento recortado en Chile, tarde libre antes de Brasil); falta de autoridad frente a caprichos de los jugadores (Solano, Vargas, Farfán y Guerrero, que no querían jugar en Quito, al final no lo hicieron, salvo la Foquita en el segundo tiempo); mala conformación del 11 y de la banca en Quito, debido a la voluntad de tener a la mano a todos los cusqueños (cuando Ísmodes y Cevasco hubieran sido más útiles al lado de Chemo, y Farfán y Jayo en la cancha). Suficientes detalles como para pedir la cabeza de Del Solar, si no fuera porque, como dije al principio, todavía se puede arreglar la situación, siempre y cuando las cosas cambien drásticamente. Él tiene las capacidades técnicas, le falta tener al equipo en la mano.
La Federación también tiene sus culpas, y empiezan con la salida de Oblitas en el '99, siguen con la llamada de Maturana (prácticamente un ex-entrenador) para las eliminatorias al 2002 (cuando se podía contratar a Carpeggiani, creador del fenómeno Paraguay en el '98), con su reemplazo por el esquizofrénico Uribe (botó al tacho dos partidos, en Bolivia y Paraguay, jugando con equipos repletos de baldoseros locales), con la salida de Autuori a pesar de los resultados decentes en la eliminatoria 2006 (el empate con Ecuador era culpa suya o de Mendoza?), con los sucesivos y fracasados miniprocesos de Ternero (que terminó de hundir el barco), Navarro (perdió hasta los amistosos) y Uribe II (destruyendo lo poco de bueno que había armado para la Copa América), con la negativa a contratar a Oblitas para las eliminatorias 2010, con la falta de tino a la hora de elegir los estadios (Matute en lugar de Arequipa?) y los vuelos (el charter a Santiago hizo escalas técnicas, viajó a media velocidad, llegó con hora y medio de retraso), y finalmente con el descaro de no pagar premios pactados. Aunque me imagino que esto último no lo hacían por el mismo motivo por el que los jugadores pedían el dinero: ambos sabían que luego del partido de Quito la tortilla se voltearía.
Pero creo que la culpa final está en los jugadores. Aunque el entrenador les de cuerda, no pueden aprovecharse para hacer lo que les da la gana o para presionarlo para tener salidas libres y entrenamientos reducidos o para que no los emplee en partidos complicados (pero sí cuando hay que tomarse la foto con Robinho). No pueden ser tan irresponsables y pelear un premio por un empate (reitero el "?") antes de subir a un vuelo hacia un encuentro crucial. No pueden seguir jugando partidos decisivos como si fueran amistosos veraniegos de sus clubes de origen. En Ecuador se podía perder, porque en el fútbol pasa de todo, pero luchando hasta el último y con el cuchillo entre los dientes, los mejores jugadores en la cancha, las mejores alternativas en la banca. Perder por goleada sin jugar a nada, con elementos que no están a la altura de las circunstancias, con engreídos que vieron el partido en televisión, es humillante.
Y aún así, creo que tenemos el talento mínimo indispensable para ir al mundial. El equipo está delineado (Penny o Butrón, Salas, Acasiete, Rodríguez, Vargas, Solano, Torres, Lobatón, Farfán, Pizarro y Guerrero), los resultados necesarios no son imposibles, el entrenador ha dado muestra de recuperar situaciones complicadas en sus anteriores equipos. Pero nada de esto servirá si no cambian las cosas. Quedan 7 meses hasta vernos las caras con Colombia y Uruguay, equipos que hasta ahora han demostrado mucho más que nosotros. Chemo tiene que ponerse los pantalones, poner reglas claras, ganarse al equipo y trabajar tranquilo: es la única salida.
Trataré de ir en orden y poner las cosas en claro. Quien dice que las selecciones de Navarro y Uribe jugaban mejor, mienten: no sólo no empleaban a jugadores indispensables por rencillas personales (Pizarro en el primer caso, Solano en el segundo), ni tenían un módulo productivo para el funcionamiento del equipo, ni reunían un perfil mínimamente adecuado para el puesto, sino que además ver sus selecciones causaba una pena inmensa. Iría más allá: creo que las únicas representativas nacionales de los últimos 20 años que estuvieron cerca de tener un juego aceptable (sin llegar a tenerlo) fueron la de Oblitas ('96-'99) y la de Autuori ('02-'04), y hay que recordar la masacre a la que fueron sometidos, a pesar que con el primero estuvimos a un punto del Mundial y eliminados por penales en cuartos de la Copa América, y con el segundo llegamos hasta la fecha 13 de eliminatorias con posibilidades intactas y claras de clasificar (ganando en casa con Ecuador hubiéramos estado en el quinto lugar, a tres puntos del tercero, a -2 y -1 en la línea de clasificación respecto al cuarto y tercero).
Otro mito que se oye es que la goleada nos ha quitado de la competencia. Eso es falso. Si analizamos los resultados obtenidos en base a la línea de clasificación, notamos que el empate en casa con Paraguay nos causó -2 puntos y la derrota en Santiago otro -1; las tablas con Brasil y la derrota en Ecuador se anulan, representando respectivamente un +1 y un -1. Es decir, nuestras posibilidades son idénticas a las que teníamos cerrando la segunda fecha: para recuperar el -3 acumulado, se requiere ganar un partido de visita (Venezuela?) y empatar uno de los 3 partidos que quedan contra los grandes (con Argentina ya clasificada, en la penúltima fecha?). Claro, de haber ganado en Quito ya estaríamos en la línea, pero en mis clases de filosofía me enseñaron que no se pueden comparar situaciones reales con utopías nunca realizadas, así que no puedo aunarme al coro de los eliminacionistas.
Más aún, en el post sobre los demás partidos anoté algunas enormes recuperaciones de Ecuador y Uruguay, que tenían un puntaje mucho peor y con menos fechas por jugar, y sin embargo lograron entrar entre los primeros 5, logrando hazañas notables (principalmente, sacando puntos a los grandes, pero también ganando como visitante en plazas no tan inexpugnables). No es por decir, pero si una selección no logra ganar en casa y empatar afuera a los rivales directos, no merece clasificar, punto y a parte. Y lo mismo si pierde puntos en casa y no logra recuperarlos con algún triunfo de visita. Lo que me fastidia es que sigo convencido que jugando el partido en condiciones normales (ya hablaré de las anomalías más adelante), ésta era la victoria de visita más probable. Veo imposible derrotar a Paraguay en Asunción, Colombia tiene la altura de Bogotá y una buena defensa, Bolivia los 4 mil metros de La Paz, Uruguay juega bien aún sin obtener resultados... el único partido afuera donde tengamos más posibilidades de ganar que hace dos días será en Venezuela. Que, para las crónicas, nos viene ganando en casa regularmente.
Probablemente la gente se ilusionó mucho por el empate con Brasil, conseguido contra un adversario que fuera de sus fronteras juega con el freno a mano puesto, con una diferencia abismal en los intentos a puerta (Penny fue figura, Julio Cesar ni se ensució la camiseta), a través de un autogol infantil, gastando tarjetas amarillas de forma absurda, sin que los delanteros produjeran ni una ocasión clara de gol. Antes de eso, nos habíamos salvado de milagro con Paraguay (sin Santa Cruz) en casa y habíamos caído frente a un Chile mediocre. Viva la racionalidad. Éramos un equipo despuntado y frágil antes de Brasil y un buscapiés de Vargas no nos tranformaba como por encanto en la Holanda del '74. Hay equipos que a Brasil le han ganado en casa de forma apabullante (recuerdo un 3-0 de Chile en la eliminatoria del 2002) y aún así llegaron décimos (de 10 equipos) en la tabla.
Todos estábamos de acuerdo que si alguna levísima mejora se había dado en el Monumental, era porque al fin Chemo había podido poner a los mejores jugadores en sus posiciones naturales (más o menos, sigue siendo discutible colocar a Farfán de lateral en la volante, siendo un extremo), encontrando algunos elementos interesantes en puestos discutidos (Salas de marcador derecho, Lobatón de volante mixto). Se asumía que más adelante, con Guerrero sin gastritis (más sobre esto en algunas líneas), con Farfán y Pizarro recuperando millaje, seríamos un equipo mucho más efectivo de cara al arco, y por lo tanto mundialistable.
Pero desde el momento de la preparación a esta fecha doble (y queda constancia en este post) yo venía insistiendo que el partido clave era con Ecuador, y eso que a éstos aún les faltaba recibir una goleada más antes de vernos las caras, no el match con los brazucas. El empate o derrota en casa con Kaká & Co. no nos haría ni más pobres ni más ricos, mientras que la victoria en Quito significaba acercarse mucho al objetivo, amén de eliminar definitivamente de carrera a un rival directo; para entendernos, perder en el Monumental nos mantenía en el -3 de la línea, y con un triunfo en Ecuador (+2) pasábamos a sólo -1 del óptimo.
Eso implicaba, por simple lógica, apuntar claramente al segundo encuentro. Lo ideal, tal como solicitó Oblitas cuando negociaron su posible retorno como director técnico, era jugar con Brasil en Arequipa (a 2400 metros), de manera que los jugadores tuvieran una aclimatación perfecta a la altura, incluyendo un partido exigente y que de paso hubiera causado problemas a los amigos de Dinho. Como se sabe, la crónica ineficiencia de la Federación provocó que nadie incluyera ese estadio en la lista de posibles escenarios para las fechas de este año (prefirieron incluír al impresentable estadio de Matute...), así que no fue posible. Pero se podía recuperar con una solución alternativa: guardarse para el segundo encuentro al equipo titular, aprovechando las dos semanas de preparación para mandarlos a la altura y aclimatarlos bien, dejando a las segundas (y terceras) líneas para enfrentar a Brasil; a lo mejor, si jugaba gente del torneo local, no acostumbrada a partidos internacionales y que nunca más en su vida jugaría contra Robinho, Maicon o Mineiro (?), podían emocionarse y hasta conseguir el empate; si perdían por 0-9, no era una desgracia, mientras que nuestro mejor equipo entrenaba en Cusco y llegaba íntegro al match clou de nuestro camino a Sudáfrica (?).
Pero no. Algo falló, y Chemo Del Solar hizo las cosas exactamente al revés, es decir mandó al mejor equipo a conseguir un empate agónico en casa e improvisó cualquier cosa menos una selección competitiva a Quito, convocando a 5 elementos de Cienciano en el Cusco que entrenaron solitos (bueno, con el asistente Asteggiano) esos 15 días en su ciudad y que serían empleados en la altura en reemplazo de algunos titulares. Si no ven lo absurdo del asunto desde ahora, se lo voy a explicar en pocas palabras: 1. cinco jugadores no pueden hacer prácticas de fútbol decentes por su cuenta, peor aún considerando que prácticamente eran uno por zona de la cancha (un lateral defensivo, un central, un volante de contención, un creativo, un extremo); 2. esos cinco elementos, aún imaginando que jugaran en bloque, serían la mitad de un equipo, y de un equipo que no habría entrenado nunca de forma conjunta antes del partido; 3. de los cinco, uno nunca había jugado con la selección, otro tiene 39 años, otro no era convocado hace por lo menos 4 años, en resumen, no era gente competitiva a nivel internacional, más en un choque decisivo.
La debacle quiteña inicia con esa errada, inútil, absurda decisión. Si Chemo pensó que era la mejor opción, es una culpa gravísima por su parte, que demuestra una inexperiencia total en estos temas; pero me temo que la cosa va por otro lado. Hay una continuidad de elementos que me hace intuir (y no sólo a mí) que los jugadores tienen demasiado poder en las decisiones logísticas del entrenador: no me sorprendería que llegaran al punto de pedirle jugar sólo contra los monstruos de Brasil (todos quieren una camiseta amarilla de recuerdo) y armar un equipo B (sin ellos) para Ecuador; para disfrazarlo, Chemo arma el asunto de convocar a la gente de Cusco, hasta darse cuenta que no va a conseguir suficientes hombres allí, y todo queda a mitad de camino, mal pensado, peor realizado. Esa es mi sospecha.
Esta sospechosa relación con los players (?) empezó antes del partido de Paraguay, cuando se recortó la concentración para dar una noche libre a los seleccionados, confiando en que se porten bien (algo así es como darle una granada a un niño); luego, después de llegar a Chile muy tarde por culpa del desastroso charter que alquiló la Federación, Del Solar (o más bien su plantel) decidió que era mejor postergar y recortar el entrenamiento de la mañana, así como evitar desplazarse a través de Santiago para reconocer la cancha donde iban a jugar; ahora se acaba de descubrir, gracias al Guerrero affair (?), que un día antes del partido con Brasil, que para el entrenador era más importante que el de Quito, al punto de poner a su mejor equipo y mandar a inexpertos a Ecuador, les dió la tarde libre a los jugadores. Simplemente absurdo.
No sé si nuestro DT lo hace para congraciarse a los referentes (?) o si simplemente éstos son los que mandan (como dice Efraín Trelles en su último artículo), pero todo eso está muy mal, casi tan mal como la poca cara de exigir el pago del premio por el empate (?) con Brasil antes de abordar el avión hacia el norte, con consiguiente retraso del mismo... y que sospecho que fue porque se olían que allá no ganarían y sería poco probable que les paguen luego de una humillación como la que efectivamente se vivió. Más allá de eso, hay dos casos claros de que los jugadores hacen lo que les dá la gana: el misterio de las tarjetas y la velada romántica o puttanesca de Paolo en el Friday's de San Isidro. Vamos en orden.
Antes del partido de Brasil, luego de saber el planteamiento de Chemo frente a los dos partidos (es decir, titulares frente a Brasil y combinado mixto con cusqueños para Quito), lo primero que se me ocurrió (luego de varios insultos) fue que había que cuidar como oro a los chicos que tenían una tarjeta amarilla previa y que serían suspendidos para el siguiente partido si recibían otra por bajarse a patadas a Gilberto Silva (?). Curiosamente, eran pilares irremplazables del equipo como Rodriguez, Vargas y Solano, más De la Haza y Vílchez, primeros recambios en la volante y la defensa, respectivamente.
Empezando el choque en el Monumental, muchos especulaban que al menos Solano haría todo lo posible para conseguir la segunda amarilla y evitarse el viaje a la altura; algo sumamente irresponsable considerando que es uno de los pocos que no tiene un reemplazante digno en su puesto. Todo esto derivaba de declaraciones previas al inicio de las eliminatorias, donde la mayor parte de los jugadores que se desempeñan en el extranjero (en especial Solano, Guerrero y Farfán) dijeron que no querían jugar en la altura, aduciendo que no se conseguiría ninguna ventaja sobre los rivales, en cuanto ellos mismos estarían fuera de onda. Lógico, pero discutible cuando hablamos de jugar de visita, algo que escapa a su decisión. El asunto es que Solano efectivamente obtuvo su tarjeta por un foul inútil e infantil (luego diría que el Chemo le dijo que "no se guardara nada" o que "en realidad sólo podía jugar uno de los dos partidos"), aunque el premio se lo lleva Vargas por hacerse amonestar al sacarse la camiseta y saludar a su madre; en cambio De la Haza se ganó la amarilla para detener a Kaká lanzado en contragolpe, algo que es perdonable y más bien recomendable.
Así, por tonterías más o menos voluntarias, perdíamos 2 de los 7 indiscutibles en cualquier partido, aquí, en Ecuador, en Tibet (?) o donde sea (a saber, Vargas, Acasiete, Rodríguez, Solano, Farfán, Pizarro y Guerrero); De la Haza nos quitaba una variante interesante en la mitad de la cancha o sobre el carril derecho en lugar de Solano, considerando su pasado cusqueño. Poco después se agregaría al vagón de los autoeliminados el gran Paolo, nuestra esperanza goleadora, por motivos gástricos (?), y el día antes del partido el Mudo Rodríguez se agripó y nos dejó con una defensa por armar. Adicionalmente, de los cinco jugadores cusqueños uno se lesionó: Villamarín, lateral defensivo que por lógica hubiera ocupado el lugar de Vargas. Amanecimos el miércoles con 4 de los 7 magníficos fuera de juego. Lo más grave era lo de Solano, considerando que su primer reemplazante estaba también fuera del partido y eso involucraba modificar el esquema de juego, y lo de Vargas, simplemente el único marcador izquierdo de nivel internacional que tengamos (salvo quizás Hidalgo, en todo caso lesionado); Vílchez lo podía haber reemplazado, pero obviamente tuvo que desplazarse al centro para suplir a Rodríguez; arriba, Farfán podía ocupar el puesto de Paolo al lado de Pizza, replicando la improductiva dupla de las primaras fechas. Veamos los distintos escenarios (en cursiva los nuevos respecto al Monumental).
- Equipo ideal en Quito (el mismo de Brasil, se asume): Penny; Salas, Acasiete, Rodríguez, Vargas; Solano, Jayo, Lobatón, Farfán; Guerrero y Pizarro.
- Equipo ideal pero sin los suspendidos: Penny; Salas, Acasiete, Rodríguez, Villamarín; Palacios, Jayo, Lobatón, García; Farfán y Pizarro.
- Quitando los lesionados: Penny; Salas, Acasiete, Vílchez, Gómez; Palacios, Jayo, Lobatón, García; Farfán y Pizarro.
- Equipo inicial en Quito: Penny; Salas, Acasiete, Solís, Gómez; Palacios, Bazalar, Lobatón, García; Mostto y Pizarro (he colocado a Solís en vista que Vílchez inició el partido, pero se lesionó a los 5 minutos, cuando estábamos 0-0).
Me dirán que muchos cambios estaban obligados. Las ausencias sucesivas de Vargas, De la Haza (que en caso de emergencia podía ser marcador derecho, desplazando a Salas a la izquierda) Villamarín, Rodríguez y Vílchez obligaba a incluir a Solís y Gómez; la crónica ausencia de volantes, agravada por las lesiones pre-convocatoria de Ciurlizza y Torres y por las ya mencionadas suspensiones de Solano, Vargas (que jugó los primeros partidos como carrilero) y De la Haza, no dejaba muchas alternativas; y en ataque, si pasaba cualquier problema a Farfán, había que escoger entre Mendoza (odiado por el público al fallar un gol imposible en el último minuto de aquel partido con Ecuador en las pasadas eliminatorias: ganando el partido, como dije, estábamos muy cerca de ir a Alemania), Fernández (a su primera convocatoria y de juego similar a Pizarro) y el mismo Mostto.
Todo eso es cierto, pero hay muchos factores a tomar en cuenta. El primero es por qué no jugó Farfán, y mi respuesta es porque él lo pidió: ya dijo que no le gusta y no quiere jugar en la altura, así que debe haber pedido que lo dejen en la banca. No importa que sea una de las máximas estrellas y esperanzas de gol del país, simplemente no quiso fatigarse, algo que debería cargarlo de vergüenza casi tanto como andar con una chica de lo más recorrida (?) y que lo tiene por los ***** (?) . Estoy tan indignado por su arrugue que podría lanzar una fatwa de pena de muerte al estilo Khomeini (?). El segundo punto es por qué no se dejó igual la volante que tan bien lució contra Brasil, donde Jayo y Lobatón demostraron una complementación y un feeling notables; no creo que fuera por cansancio del primero, sino por decisión de Chemo, porque aún si el Pulpo no hubiera tenido los 90' en las piernas, era vital tener un volante de contención iniciando el partido, imaginando una arremetida desesperada de los desahuciados ecuatorianos en los primeros minutos (cosa que efectivamente se dio, incluyendo el inicio de la goleada).
Pero el gran problema de los recambios deriva directamente de la convocatoria hecha por Chemo, afectada en buena medida por su Waterloo de programación doble Lima/Cusco. Por eso tuvo como alternativas a Solís y no a Arakaki (mucho más eficiente, con experiencia en la selección y dominio de las pelotas altas), a Gómez y no a la Pinza Hernández (de gran nivel en Cristal); y dentro de los convocados que no llevó a la banca, Cevasco era mejor opción que Bazalar e Ísmodes que García o Palacios. En tres de estos cuatro casos la gente que ingresó lo hizo con la justificación de su experiencia en la altura, lo cual no suplió en ningún momento a sus graves falencias. Lo que deja perplejos es que Machito Gómez haya jugado un partido de la eliminatoria: ese tipo debería estar en un calabozo, o en el mejor de los casos jugando en segunda división; pero hay gente generosa y las second chances sobran para él. Simplemente absurdo, más considerando que su lado defensivo fue una puerta abierta para los adversarios, y con la agravante de haber lesionado a Vílchez (?) en una entrada homicida. Como dato adicional, digo yo, cuando se malogró (?) Guerrero, no era mejor reemplazarlo por un defensa (Villamarín ya estaba lesionado y De la Haza y Vargas suspendidos) o un volante de contención pura, como backup a Jayo, vistas las ausencias?
Y hablando del rey de Hamburgo (?), el gran escándalo del verano (?) que se viene: la cena de Paolo en Friday's antes del partido del domingo. Resumiendo para los que no saben, Chemo dio tarde libre el viernes, de 5 a 8:30 p.m. Por qué lo hizo, con el mal antecedente previo a Paraguay, es problema y culpa del técnico (y de quienes lo obligan/aconsejan/empujan a hacerlo); la cosa es que nuestro mejor jugador de la actualidad se fue de paseo con una dama desconocida (no tenía novia en Alemania?) y terminó cenando fajitas mexicanas con bastante chili y una cerveza, según lo testimoniado por los meseros, o una ensalada y un té, según él. El mismo Paolo, Pizarro, el Chorri, y su mamá también (?), dicen que fue temprano y volvió puntual; una revista dice tener las pruebas que las fotos incriminatorias que publicaron fueron tomadas a las 2:30 a.m.
Lo bizarro del asunto es que Guerrero pidió ser cambiado al final del primer tiempo contra la verdeamarelha, aduciendo problemas de ahogo que supuestamente ya habían ocasionado su salida de forma similar en los últimos partidos con el Hamburgo; problemas supuestamente causados por una gastritis que supuestamente se traía desde Alemania. Pregunta n.1: los doctores del Hamburgo no lo examinaron? No se dieron cuenta de ese probema? Pregunta n.2: Paolo no dijo nada a los doctores de la selección? Éstos no se informaron con la gente de Hamburgo? Pregunta n.3: si tenía gastritis y todo eso, era lo más lógico salir a cenar en un restaurante que no es famoso por su comida light? Pregunta n.4: por qué no presentó el famoso recibo de consumo con hora 8:00 p.m., la única prueba a su favor hasta el momento, en la conferencia de prensa que dio para exponer sus descargos, sino en una entrevista posterior? No lo encontraba? O no se lo encontraban?
La razón profunda de esto es que Paolo, al igual que Jeffrey, no quería jugar en la altura, y que, aunque duela admitirlo, gran parte del problema médico presentado tiene toda la apariencia de una farsa. Respondiendo a las preguntas: los doctores del Hamburgo no lo examinaron, porque no tenía nada importante; por eso él no dijo nada a los médicos de la selección, ni estos detectaron nada raro; al no tener gastritis, no tuvo reparos en salir a comer platillos chicanos y tomarse una chela, y quien sabe si no cerró la tarde haciendo gol en otra cancha (?); y no presentó el recibo porque, seguramente, algún empleado del restaurante, bajo una propina más generosa que la acostumbrada, hizo su búsqueda y se topó con uno a la medida de lo que quería Paolo, entregándoselo demasiado tarde para la conferencia de prensa. No estoy seguro de lo que dice la revista sobre los tiempos del paseo, algo fácilmente comprobable con las cámaras de seguridad del hotel donde estaban concentrados; pero todo lo demás ya es grave por su cuenta, sin ese extra.
No creo que Paolo haya fingido en el partido con Brasil, donde a todos les conviene figurar; probablemente los frejoles, guacamole, chili, tabasco y otras delicatessen le pasaron factura bajo el sol de Ate, causándole una hiperinflación a lo Alan García. Pero eso se pasa con un buen mate y una pastilla, no impide jugar 3 días después. Claro, salvo que uno no quiera jugar, y en tal caso es una excusa perfecta. Una raya más al tigre.
En resumen, todo muy mal. Culpas del entrenador hay varias: mala planificación de la preparación (plantel dividido entre Lima y Cusco); mala convocatoria de jugadores, para adecuarse a esa programación (los de Cienciano) y para algún fin oculto (Gómez), dejando en casa a alternativas mejores (Arakaki, Hernández); mala elección de los planteles que jugarían los partidos (titulares aquí, los demás en Quito); demasiada permisividad en las concentraciones (noche libre antes de Paraguay, entrenamiento recortado en Chile, tarde libre antes de Brasil); falta de autoridad frente a caprichos de los jugadores (Solano, Vargas, Farfán y Guerrero, que no querían jugar en Quito, al final no lo hicieron, salvo la Foquita en el segundo tiempo); mala conformación del 11 y de la banca en Quito, debido a la voluntad de tener a la mano a todos los cusqueños (cuando Ísmodes y Cevasco hubieran sido más útiles al lado de Chemo, y Farfán y Jayo en la cancha). Suficientes detalles como para pedir la cabeza de Del Solar, si no fuera porque, como dije al principio, todavía se puede arreglar la situación, siempre y cuando las cosas cambien drásticamente. Él tiene las capacidades técnicas, le falta tener al equipo en la mano.
La Federación también tiene sus culpas, y empiezan con la salida de Oblitas en el '99, siguen con la llamada de Maturana (prácticamente un ex-entrenador) para las eliminatorias al 2002 (cuando se podía contratar a Carpeggiani, creador del fenómeno Paraguay en el '98), con su reemplazo por el esquizofrénico Uribe (botó al tacho dos partidos, en Bolivia y Paraguay, jugando con equipos repletos de baldoseros locales), con la salida de Autuori a pesar de los resultados decentes en la eliminatoria 2006 (el empate con Ecuador era culpa suya o de Mendoza?), con los sucesivos y fracasados miniprocesos de Ternero (que terminó de hundir el barco), Navarro (perdió hasta los amistosos) y Uribe II (destruyendo lo poco de bueno que había armado para la Copa América), con la negativa a contratar a Oblitas para las eliminatorias 2010, con la falta de tino a la hora de elegir los estadios (Matute en lugar de Arequipa?) y los vuelos (el charter a Santiago hizo escalas técnicas, viajó a media velocidad, llegó con hora y medio de retraso), y finalmente con el descaro de no pagar premios pactados. Aunque me imagino que esto último no lo hacían por el mismo motivo por el que los jugadores pedían el dinero: ambos sabían que luego del partido de Quito la tortilla se voltearía.
Pero creo que la culpa final está en los jugadores. Aunque el entrenador les de cuerda, no pueden aprovecharse para hacer lo que les da la gana o para presionarlo para tener salidas libres y entrenamientos reducidos o para que no los emplee en partidos complicados (pero sí cuando hay que tomarse la foto con Robinho). No pueden ser tan irresponsables y pelear un premio por un empate (reitero el "?") antes de subir a un vuelo hacia un encuentro crucial. No pueden seguir jugando partidos decisivos como si fueran amistosos veraniegos de sus clubes de origen. En Ecuador se podía perder, porque en el fútbol pasa de todo, pero luchando hasta el último y con el cuchillo entre los dientes, los mejores jugadores en la cancha, las mejores alternativas en la banca. Perder por goleada sin jugar a nada, con elementos que no están a la altura de las circunstancias, con engreídos que vieron el partido en televisión, es humillante.
Y aún así, creo que tenemos el talento mínimo indispensable para ir al mundial. El equipo está delineado (Penny o Butrón, Salas, Acasiete, Rodríguez, Vargas, Solano, Torres, Lobatón, Farfán, Pizarro y Guerrero), los resultados necesarios no son imposibles, el entrenador ha dado muestra de recuperar situaciones complicadas en sus anteriores equipos. Pero nada de esto servirá si no cambian las cosas. Quedan 7 meses hasta vernos las caras con Colombia y Uruguay, equipos que hasta ahora han demostrado mucho más que nosotros. Chemo tiene que ponerse los pantalones, poner reglas claras, ganarse al equipo y trabajar tranquilo: es la única salida.