viernes, 3 de agosto de 2007

Antes del amanecer

Luego de analizar detenidamente las conclusiones del post de hace diez días, he decidido tomar acciones al respecto y enderezar un poco mi estado físico. Así que, desde ayer, dieta hipocalórica, despertador a las 5 a.m. y jogging matutino. No me está yendo nada mal: hoy he corrido 8 km y creo que tenía gasolina para una vuelta más. A parte, me permite llegar antes a la oficina y sobre todo estando mucho más despierto. En resumen, salvo la reducción de horas de sueño, en espera de reajustar todo mi horario biológico, todo es positivo.

Sin embargo, si tuviera que buscar lo mejor de esta experiencia, creo que no hay nada más interesante que ver a la ciudad dormida, sin tráfico, sin perros, sin gente apurada por llegar a su trabajo o al colegio.

Las únicas señales de vida a mi alrededor son los guardianes, adormilados en sus casetas y envueltos en varios estratos de lana para soportar las gélidas madrugadas invernales, mirándome con un mixto de incredulidad y compasión: es probable que no les resulte muy lógico que alguien tenga que despertarse a esas horas para algo tan superfluo como bajar de peso, cuando ellos se pasan la noche en vela para poder llevar a su casa un sueldo mínimo. Y creo que tienen toda la razón.

Los parques están mudos, sin las exasperantes voces de niños ni los ladridos de las mascotas. El entorno silencioso amplifica el aislamiento producido por la música que los audífonos proyectan en mis oídos. Es como vivir una escena clásica de video musical, pero siendo el protagonista y sin la necesidad de mimar en playback para la cámara. Claro, sería aún mejor poder hacerlo en slo-mo, pero supongo que nadie es perfecto.

En esas condiciones, hay tiempo para pensar en muchas cosas, entre una canción y otra, durante los casi 50 minutos de recorrido. Es más, a un cierto punto es indispensable hacerlo para distraerse de la monotonía del trayecto y del cansancio que va pisando cada vez más fuerte. El flujo de ideas termina siendo tan abrumador que sería necesario tener una grabadora de voz para registrar los puntos más importantes, antes que la ducha se los lleve junto con litros de sudor.

Los árboles, el cemento, el asfalto, todo constituye un escenario perfecto para olvidarse del presente y el futuro inmediato. Ni qué decir de las increíbles tonalidades que asume el cielo, aún dentro de los parámetros grisáceos que lo distinguen. Primero los tonos ámbar de los reflectores puntean el azul oscuro y nocturno; luego, a mitad de camino, se funden con un celeste más bien desteñido, antes de apagarse en sincronía perfecta y dejar paso a los primeros atisbos de luz natural.

La ciudad se despierta. Es hora de volver a casa.


No hay comentarios:

Google
 

Y los incautos a la fecha son...