lunes, 2 de febrero de 2009

El caso curioso etc etc etc


The curious case of Benjamin Button (*** 1/2)

Se acercan los Oscars (se vienen las predicciones en cualquier momento) y las distribuidoras corretean para poner en los multisalas la mayor cantidad posible de películas nominadas, que de acuerdo a la idiosincrasia americana han sido estrenadas en los últimos meses del año, para maximizar el impacto sobre los votantes de la Academy. No tengo dudas que lo han conseguido, considerando que The dark knight y Wall-E (estrenados en verano) se han visto relegados de las categorías top por cintas de menor éxito, aunque mejor posicionadas en el calendario. Pero hay que ser deportivos, fair play, noblesse oblige, y empecemos con la primera nominación a mejor película del 2008 que he podido ver.

Benjamin Button (Brad Pitt) nace en New Orleans en contemporánea con el fin de la Gran Guerra. Y nace viejo, un pequeño octuagenario que patalea y llora pero al mismo tiempo tiene arrugas, cataratas, artritis y yo aseguraría hasta problemas de próstata. Su padre (Jason Flemyng), devastado por la muerte de su esposa durante el parto y por la apariencia horripilante del engendro, lo abandona en la puerta de un asilo de ancianos, donde es recogido por Queenie (Taraji P. Henson), una de las trabajadoras del lugar. Allí crecerá en reversa, porque el paso de los años en lugar de envejecerlo generan el efecto opuesto, reduciendo sus achaques, enderezándole la espalda, produciéndole más cabello, afinando sus sentidos; pronto se hará amigo de Daisy, la nieta de una de las ancianas hospedadas, de edad biológica y mental similar a la suya pero a las antípodas en cuanto a desarrollo físico. Luego de aventuras y encuentros con personajes de todo tipo, trabajando en un pesquero gobernado por un tatuador borracho (Jared Harris), participando marginalmente en la WW2, manteniendo un affaire en Rusia con la mujer de un espía (Tilda Swinton) y otras amenidades, regresará a casa y se reecontrará con una ya adulta Daisy (Cate Blanchett): y las posibilidades de concretar el amor de su vida se multiplican de golpe... como las interrogantes de como poder mantenerlo, cuando los dos involucrados siguen caminos opuestos en el círculo de la vida.

Hace un tiempo discutía el mérito de las adaptaciones literarias a la pantalla grande. En ese post individuaba cuatro puntos importantes que deberían ser salvaguardados al hacer esa transicion: el espíritu de la historia, el carácter de los protagonistas, la peculiaridad de los momentos más importantes, y los diálogos o frases más representativas. Los eventos en sí mismos pueden ser alterados, al igual que su orden o la participación de los personajes, pero si se respetan los aspectos mencionados se termina con un producto fiel, que no leal, a la matriz de la cual surge. Pero The curious case of Benjamin Button va mucho más allá y adapta ex novo la idea a la base del cuento de F. Scott Fitzgerald, y punto: el tiempo es otro (todo se traslada unos 60 años hacia adelante), los eventos también, los personajes igual; lo que queda es el protagonista y la manera en que el desarrollo inverso de su vida atraviesa sus relaciones con los demás. ¿Basta esto para considerarlo una adaptación? No creo. El guión termina teniendo más originalidad que muchos scripts que olvidan acreditar paternidades no reconocidas, pero evidentes aún sin necesidad de exámenes de ADN. Pero las reglas son las reglas, el copyright es el copyright. Queriendo ser malpensado y poco original (ver aquí un ejemplo brillante al respecto, y aquí uno más detallado), ésta parece en realidad mucho más una adaptación de Forrest Gump, o mejor dicho una readaptación, considerando que el guionista de ambos películas es Eric Roth... una similitud termina por replicar también los puntos fuertes y las debilidades de aquella cinta.

Para empezar, como toda epopeya que se extiende por décadas y décadas, permite una acumulación casi infinita de personajes secundarios que crucen los pasos del protagonista y, convenientemente de acuerdo al plot, desaparezcan de él, a lo mejor con una muerte lacrimógena, y haciendo que el héroe vaya quedándose cada vez más solo en un mundo que no entiende; es el colmo de la manipulación, pero diablos si no resulta efectiva a la hora de tocar las cuerdas más agudas del ser humano, el miedo a la muerte de los seres queridos y el pavor a la soledad. En ambas películas ese aspecto funciona, y en TCCOBB (?) con el agravante de la maldición que pesa sobre el protagonista, la catástrofe inminente representada por su inexorable rejuvenecimiento, que impide cualquier perspectiva romántica de largo plazo.

El otro lado de la moneda es que nos enfrentamos a una narrativa totalmente episódica, en tomos casi autoconclusivos y con personajes propios, que probablemente se prestaría más a una miniserie que a un largometraje, por más extenso que éste sea. Por eso, quizás, en TCCOBB se ha requerido incluir un epílogo en el que reaparezcan justamente los coprotagonistas de Benjamin en cada viñeta (el pigmeo, el marino, la esposa del espía, etc etc), una especie de reminder aglutinante de los capítulos precedentes. Al final toda subtrama se diluye en el tema principal: Button está en un camino personal y nadie puede acompañarlo salvo por pequeños tramos. Incluso Daisy termina entrando y saliendo de su vida (como Jenny con Forrest Gump) de forma alternativa y con excusas cada vez más improbables. Nunca una tagline fue tan apropiada como la de este film: Life isn't measured in minutes, but in moments. Se hubiera agradecido, tal vez, una concatenación más fluida de todos esos moments.

Lo que sí se debe reconocer es que el acabado de la película es impresionante. Las actuaciones son de alto nivel a lo largo de toda la línea, con mención especial para Flemyng (que permite captar todo el remordimiento acumulado del padre de Benjamin) y Henson; David Fincher logra colar su estilo personal, oscuro y ominoso, incluso en una historia que podría haberse ido por el lado pastel de las cosas; la música de Alexander Desplat subraya a la perfección el relato; la fotografía es impresionante, la dirección de arte súper detallada, y un largo etcétera. Pero donde las cosas superan incluso la excelencia es en el apartado de maquillaje y efectos especiales aplicados a los protagonistas. Como sample, revisen el envejecimiento progresivo de Cate Blanchett a lo largo de la historia, desde joven bailarina de piel de porcelana, hasta anciana agonizante y decrépita, con todos sus estadios intermedios; y ni qué decir de Benjamin Button, especialmente en su infancia o mejor dicho primeros años de vida: es imposible ver donde termina el maquillaje y empieza el efecto especial, el mo-cap, el uso de dobles, o cualquier otra treta ingeniosa.

En conclusión, estamos hablando de una película efectiva, dramáticamente sensible, capaz de conmover más por el tema que trata que por la eficiencia en el relato; y con el aliciente de ser la adaptación más libre que jamás haya visto.

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