La primera escena de la película es una sesión amatoria doggy style entre Andy y Gina donde él, mirándose al espejo, parece pasarla mucho mejor que ella, aunque ambos coincidan en la extraordinariedad del evento (o de la calidad del mismo), comparada con su quehacer cotidiano. Unos cuantos metros de celuloide más adelante, unas recriminaciones al respecto (del tipo en Río no eras así) confirmarán la veracidad de esa impresión. Y peor aún luego de ver a Hank y Gina conversando tranquilamente casualmente después de uno de sus encuentros clandestinos. En esas tres escenas donde la desnudez es el común denominador (minutaje total: no más de 10'), ya han quedado claros el carácter de los tres personajes y sus principales falencias. Y todo esto sin que se haya avanzado un paso en el plot de la cinta.
Y aún así, son las actuaciones las que venden el producto mejor que nada, aunque me atrevería a decir que o bien el casting es uno de los más inspirados de la década, o Kelly Masterson había pensado exactamente en esos actores para su debut como guionista. Porque luego de la simple descripción de Andy y Hank, uno se da cuenta que Hoffman y Hawke corresponden perfectamente a ese identikit. Y ni qué decir del rostro perennemente desencajado y nervioso de Albert Finney, a veces simplemente sobrecogedor. Marisa Tomei, en un rol menor pero con discreto porcentaje de calateo (?), consigue hacer creíble y tridimensional a Gina, que de otra forma habría sido poco más de un expediente para enrevesar la trama.
En resumen, es un producto altamente recomendable, y las boobies constituyen la cereza sobre el pastel. Nunca mejor dicho.
Extrañaba ver una película ambientada en la China ocupada por Japón antes y durante la WW2. Luego del one-two punch de The last emperor y Empire of the sun, en las últimas dos décadas no habíamos tenido grandes películas que se desarrollaran en ese espacio-tiempo. Cuando me enteré que Ang Lee ponía una pieza más en el incomprensible puzzle de su filmografía (encuentren rasgos comunes entre Sense and sensibility, The ice storm, Crouching tiger hidden dragon, Hulk y Brokeback Mountain... y no valen explicaciones freudianas!), armando un drama erótico de época entre Shanghai y Hong Kong en los '40s. Count me in!
Wang (Wei Tang) es una joven estudiante que termina involucrada en una improvisada pandilla de la resistencia anti japonesa, en gran parte por su atracción por un colega politizado, Kuang (Lee-Hom Wang). La primera víctima de su lucha es individuada en Yee (Tony Leung), un colaboracionista al cual tienen acceso a través de su personal de seguridad. Wang finge ser la esposa de un exportador de éxito llamado Mak (Johnson Yuen), e ingresa sin mayor esfuerzo en el círculo social (y té de tías adjunto) de Yee, logrando atraer inmediatamente la atención del impasible funcionario. Pero cuando la sangre parece a punto de llegar al río, Yee se manda mudar y la operación queda cancelada, la banda desbandada, Wang vuelve a ser Wang... hasta que unos años después las circunstancias la obligan a regresar sobre sus pasos, hasta convertirse en la amante (y posible asesina) de un Yee cada vez más aliado de los invasores.
A lo que íbamos: sí, las escenas de sexo son realmente escandalosas, por lo menos para el nivel de erotismo acostumbrado en una pantalla grande agobiada por la censura; he visto softcore mucho más recatado de lo que muestra Lee. Es más, me aúno a quienes sospechan que algo ahí no cuadra con los parámetros de la ficción, la actuación, la simulación. Para decirlo à la créole, Mr. Leung se la ha pasado cañón (?) y ha metido sus buenos golazos (??), y que no me vengan después con que ser actor es un trabajo sufrido, porque, las cosas hay que decirlas como son, Ms. Tang es todo un bombón, y de esos súper flexibles, para más inri. Bien ahí (?).
Ang Lee, a estas alturas de la vida, no tiene ya que demostrarle nada a nadie, así que me parece genial que siga con su zigzagueante camino a través de géneros, épocas, países, estilos, censuras. El hombre sabe como contar una historia, punto y a parte. Tony Leung, por su parte, me sorprende en cada película en que lo veo. Para los que no lo ubican, era el equivalente de Leonardo di Caprio en Infernal Affairs (remakeada por Scorsese en The departed) y el maestro espadachín reflexivo y casi zen en Hero: nada haría pensar en que lograría meterse tanto en la piel de un despiadado (y medio sexópata) traidor de su patria, con todas las contradicciones imaginables en un personaje así. Pero la que se lleva el premio mayor es la ostracizada Wei Tang, boicoteada en patria por la impávida exhibición de sus encantos y retuerzos; pero hay mucho más detrás de eso. Revisen, en particular, su actuación en la obra de teatro al principio de la película, y sobre todo las interminables partidas de mahjong con la esposa de Yee (Joan Chen) y sus amigas. Esta chica tiene futuro y tiene mi voto.
Me parece que lo único que le faltó a Lee fue comprimir un poco la historia, porque la duración que tiene es, por decirlo de alguna forma, poderosa (157 minutos). Hay partes que con una edición un poco más estricta habrían subrayado mejor el impacto de los puntos realmente importantes, incluyendo, por supuesto, toda las proezas amatorias de los protagonistas... Pero Lust, caution tiene méritos de sobra para ganarse la paciencia del espectador. Y a los que no les basta, fast forward hasta que empiece el festín...
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