En la primera parte de esta serie, dedujimos cómo los genios de Zürich asignan plazas para los Mundiales en medio de una orgía de favores, votos comprados, ausencia total de justicia deportiva y sobre todo un mínimo de sangre en la cara. Pero eso lo sabíamos hace tiempo. Ahora quiero explicar un poco el camino que seguí en mi intento de devolver la razón a un mundo dominado por tanta locura (?).
Lo primero era determinar qué factores deberían tomarse en cuenta para llegar a los números mágicos (y/o fracciones) de los cuales dependerá la felicidad o la decepción de países enteros. De entrada, llegué a la conclusión que habían dos grandes grupos de variables: uno constituido por características propias de la confederación, como su número de afiliados o la cantidad de cupos asignados para cada Mundial, relativizados a través de todo tipo de ratios, y el otro definido por los resultados obtenidos por los equipos. No voy a aburrirlos explicándoles cada una de las variables que analicé; puedo enviar a quien lo desee la hoja de cálculo completa con todos los datos y fórmulas, aunque dudo que sean comprensibles. Confíen en mi imparcialidad: si se creyeron la inocencia de los sorteos de los mundiales, no les resultará muy complicado hacerlo.
En cuanto a la data que ingresé (cortesía, increíblemente, de fifa.com), tomé los valores de los últimos 10 mundiales, es decir a partir de 1970. No quise ir más atrás por muchos motivos, pero el más fuerte es el deportivo: con toda probabilidad, en México se dio inicio al fútbol (y al Mundial) tal como lo conocemos hoy. Un ejemplo claro es el diferente y menos favorecido trato que recibieron los locales desde ese momento (o eso creía hasta ver el camino de Corea del Sur el 2002...): las victorias de éstos se limitaron a 3 de los 10 campeonatos, y nadie pone en tela de juicio la limpieza de los triunfos de Alemania el ’74 y Francia el ’98, mientras que la única duda sobre Argentina ’78 no depende de favores externos o arbitrales, sino de un adversario comprado/vendido (?)… Por su lado, España no se lució, México se quedó en cuartos de final las dos veces, Italia y Alemania llegaron con sus propias fuerzas al tercer lugar, los USA salieron en octavos, igual que Japón… y Corea me arruina el análisis dramáticamente, pero es la excepción que confirma la regla.
Antes de eso, tuvimos de todo: en el ’66, el gol fantasma de Hurst en la final, el escándalo de Inglaterra – Argentina en cuartos, los fouls salvajes a Pelé en primera ronda; o los favores arbitrales a Chile el ’62 (por ejemplo, las múltiples expulsiones que sufrieron los italianos al jugar contra ellos); o el muy dudoso Italia – España del ’34, cuando el Divino Zamora no atajó en la repetición de un partido, que se había concluido originalmente en empate. Eran otros tiempos, otro público, otra prensa, otra FIFA. La televisión en ese sentido tuvo, creo, un factor deterrentey determinante. Bien por la caja boba (?).
Un detalle final: fíjense en los ganadores y finalistas de estos últimos 10 mundiales: Brasil (3 victorias y una final), Alemania (2+3), Argentina (2+1), Italia (2+2), Francia (1+1) y Holanda (0+2). Pocos y vigentes y favoritos hasta ahora. Ahora revisemos los 8 mundiales anteriores: Uruguay (2+0), Italia (2+0), Alemania (1+1), Brasil (2+1), Inglaterra (1+0), Argentina (0+1), Checoslovaquia (0+2), Hungría (0+2), Suecia (0+1). Otra cosa, ¿no? Uruguay tuvo su último suspiro justamente el ’70 (cuarto) antes de pasar al anonimato total, Inglaterra no ha vuelto a jugar una final a nivel de selección (ni Euro, ni Mundial); Checoslovaquia desapareció y su heredera, Chequia (¿ya se puede llamar así?), no es aún una estrella absoluta, Hungría pelea no ser última en sus eliminatorias y Suecia nunca termina de cuajar del todo. La conclusión que me genera esto es que hay una situación a grandes rasgos consolidada en el fútbol de los Mundiales a partir del tan recordado México '70.
Regresemos a mis cálculos. Una vez vaciados los datos, cada confederación, cómo es lógico, presentó resultados dispares en base las distintas variables examinadas. Pero la conclusión global, a simple vista, era que bajo todo concepto habían dos confederaciones muy disminuidas en cuanto a su representación, casualmente las dos más tituladas: Europa y Sudamérica. La superioridad de las dos se veía disminuida sólo por incluirse en las cuentas el porcentaje de afiliados FIFA por confederación (donde África y Asia recuperaban fuerza). A ojo, a Europa le debían entre 2 y 3 cupos (para quedar en 15 - 16) y a América del Sur entre 0,5 y 1,5 (5 o 6); África y Asia tenían 1 o 1,5 de más (4,5 - 5 y 3,5 - 4 respectivamente), y CONCACAF 0,5 o 1 en exceso (debería estar en 2,5 o 3). Oceanía, para variar, estaba perfecta con su media plaza.
Estaba a punto de gritar al mundo mi rabia preñada de tanto razonamiento y reivindicación (?), cuando me topé con un post del (entretenidísimo) blog LaRedó! dedicado a un tema colateral a mi investigación. El autor se interrogaba sobre la disparidad en las eliminatorias de cada continente, de la que ya hablamos, y sugería dejar un amplio número de cupos (12 de los 31 que se pelean, porque uno siempre es gratis para el local) para ser disputados en un torneo intercontinental premundial, en reemplazo del par de repechajes que hay ahora antes de cada mundial. Su propuesta, bastante elaborada, involucraba también convertir a la Copa Confederaciones (que disputan los campeones continentales, el campeón mundial y el anfitrión) en el torneo olímpico de fútbol y utilizar su sede espacio-temporal (se juega un año antes del mundial en los estadios que albergarán a éste último) para ese Premundial.
Si se dan el trabajo de leer todos los comentarios (o darle como loco al scroll), encontrarán uno mío en el número 255. De entrada, observaba algunas cosas al torneo propuesto: sería muy complicado de organizar, sobre todo por fechas disponibles (debiendo concluirse antes del sorteo, que es a finales del año anterior a la copa, implicaría acabar las eliminatorias regulares casi 7-8 meses antes de lo actual…); los países que lo jugarían no tendrían mucho atractivo para el anfitrión y su público (piensen un partido de primera ronda en Sudáfrica con Polonia vs. Iran); y no sé si muchos equipos de segunda fila querrían gastar tanto dinero para luego quedarse sin nada en la mano. En resumen, no lo veo muy práctico.
Sin embargo, había una idea que me gustaba (y a otros no tanto, cfr. el comentario 256): el hecho de poner en juego muchos cupos entre confederaciones, fuera de las eliminatorias domésticas. Me pareció inmediatamente una excelente forma de equilibrar los pesos políticos, dar más justicia a la distribución de cupos y a la clasificación a un Mundial, y a lo mejor descargar un poco los cronogramas de eliminatorias. Así que empezaba una nueva fase de estudio. Pero eso lo veremos en el próximo post.
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