miércoles, 25 de junio de 2008

Medalla de latón

Y bueno, ya era hora. Hace unas semanas anunciaba un inminente post de estilo santacruceño (?) sobre el temendo exploit literario de uno de mis cuentos, que se hizo acreedor nada menos que de una mención honrosa en un concurso de aluvional convocatoria. Por suerte resistí la tentación de vanagloriarme a toda máquina hasta participar en la premiación (que fue el 19) y digerir un poco el asunto, de manera que estos párrafos destilen un poco de neuronas y no el extraño y explosivo mix de bilis y euforia que me inundó la mañana que recibí la noticia. Ahora, con quince días de reflexión sobre los hombros (?), ya puedo dar mi declaración oficial y pública al respecto.

Soy Iron Man.

Just kidding.

La verdad es que, despúes de todo, sigo teniendo sentimientos encontrados, y a todo nivel. Por una parte está el obvio y legítimo orgullo de haber recibido una muestra de aprecio a lo que escribo, mucho más oficial que, por decir, las opiniones de parientes y amigos o las visitas reiteradas de desconocidos a este blog. Un concurso abierto, con un jurado de un cierto prestigio, patrocinado por empresas serias, que recibe 2300 cuentos y selecciona el tuyo entre los 13 mejores, es sin duda un espaldarazo notable. Además, tuve la oportunidad de conversar informalmente con uno de los tres jurados después de la premiación, al haber coincidido a pocas mesas de distancia en un restaurante italiano y, a parte los agradecimientos y felicitaciones rituales, me contó que si bien los dos primeros puestos fueron determinados por unanimidad, hubo bagarre para el último escalón del podio, disputado por 5 o 6 cuentos; en particular, recordó que uno de sus colegas hizo campaña por el mío. La conclusión es que, bien o mal, gustó. Para alguien que viene diciendo hace casi dos décadas que su vocación es escribir, no podría haber mejor noticia.

Pero viendo las cosas desde el otro lado del espejo se puede tener una perspectiva distinta. Para empezar, queriendo ser más papistas que el Papa, ¿tiene sentido festejar una mención honrosa? Me recuerda tristemente un momento de Meet the Fockers, donde los orgullosos padres de Ben Stiller (Dustin Hoffman y Barbra Streisand) mostraban a su consuegro (Robert de Niro) la vitrina de triunfos de su vástago, donde uno de los mejores resultados era una medalla de noveno lugar en un concurso del colegio. Y no por darme aires de megalómano (o tal vez sí), pero siempre he estado acostumbrado a pelear por los puestos que cuentan, o de otra forma salir del juego; una especie de Schumacher (?), en pocas palabras. Y cambiando radicalmente punto de vista, tomando este resultado como muestra de que tengo un futuro como escritor... ¿valdría la pena dejar mi burocrático empleo para dedicarme 24/7 a mi vocación? Sería lo ideal, claro, ¿pero la base de una mención honrosa no es muy endeble para semejante propósito? Me parece que sí.

Y no me meto siquiera con el asunto de que al recibir esta distinción, premiada materialmente con una taza, tres libros y mucha buena onda, he cedido los derechos de publicación de un cuento... que a la fecha es mi única producción premiada. Por supuesto será muy gratificante ver mi nombre en una antología impresa, pero me entra la duda de haber regalado una gallina o gallinita o codorniz de los huevos de oro o plata o latón a cambio de un plato de lentejas, o a lo mejor un mug de café con leche.

Así que estoy en una especie de limbo, atascado en el medio de unos sargazos mentales terribles, entre si debo tomar este resultado como una señal ateísticamente divina (??) de que ya es hora de dejarse de boludeces, dejar esta vida de Mr. Anderson, tomar la pastilla roja y convertirme en el Neo de la literatura (coloquen puntos de interrogación donde quieran), o si es exactamente lo contrario, una prueba de que la seguridad de un monótono cubículo administrativo no puede ser reemplazada por quimeras literarias cuyo único engendro ha sido un saludo, un apretón de manos, un reintenta, la próxima vez tendrás más suerte. Oh, la duda.

Por lo pronto, mi querido pueblo (?), he decidido mantener a grandes rasgos el rumbo del velero, con una ligerísima orzada para aprovechar el pequeño pero significativo soplido de viento generado por el reconocimiento obtenido. Las metas son ambiciosas, concluir 3 novelas que están en pleno work in progress, para presentarlas en un concurso nacional cuyo plazo vence en enero; y, en los límites de lo posible, hacerlo sin afectar mi trabajo diario. Estoy en plena elaboración de algún tipo de cronograma, para que esta vez no pase como hace más de un año, con anuncios nunca cumplidos, incluso en versión reformulada pocos días después. Y luego no quedará más que atenerse a eso o reponer de una vez los sueños en el aparador y dedicarse a otra cosa.



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Y los incautos a la fecha son...