martes, 16 de noviembre de 2010

Ex

El peor momento para encontrarse con una ex es cuando la chica con la que estás ha venido mostrando gota a gota algunos defectos que la bruma del enamoramiento impidió identificar en un principio, diluyendo un poco el crédito generado por las cualidades que, en cambio, la hacían tan irresistiblemente atractiva.

Y pasa así que una tarde de primavera, sin proponértelo, te tropiezas con ella, directamente desde tu pasado, y no puedes evitar sentarte a una mesa, intercambiar cortesías formales, ponerte lentamente al día sobre lo que el destino les deparó luego de que los caminos, hace un buen tiempo, se bifurcaran. Mientras la escuchas contarte anécdotas para ti inéditas, o la ves jugando con su cabello, o te mira a los ojos mientras se toma un café, se te complica terriblemente recordar por qué te fuiste, en qué estabas pensando, qué motivos te dio para cortar su historia en común.

Más bien, lo primero que te salta a la cabeza es que con tu chica actual no podrías tener ese tipo de conversación, porque no conoce a los amigos de los cuales estás rajando, no comparte ciertos gustos y aficiones que adquiriste antes de conocerla, o simplemente porque la rutina ha venido dirigiendo sus diálogos hacia la aridez de lo cotidiano. La cadencia que percibes ahora en el pecho, en cambio, suena a la vez novedosa y antigua, como la primera nieve del invierno.


Te das cuenta que, probablemente, cometiste algunos errores en la cadena de decisiones que te ha llevado hasta la mesa en la que estás sentado en ese instante. Tal vez el día en que dedujiste que la cosa ya non funcionaba podrías haber respirado un poco más profundamente, exprimiendo por un segundo extra alguna neurona inutilizada. Quizás ese defecto suyo que tanto te agobiaba era más sobrellevable de lo que creías. A lo mejor, por simple oposición a lo que detestabas en ella, alguna virtud mayúscula que encontraste en tu nuevo amor terminó resaltándose en colores tóxicamente eléctricos. No sería para nada raro que, aplicando crudas reglas aritméticas, tu intuición termine avisándote que las cosas que perdiste pesan más en la balanza que todo lo ganado al saltar de un tren a otro en pleno movimiento.

Al final el reencuentro se acaba, abrazos y saludos, promesas de verse las caras un poco más seguido, de llamarse por los cumpleaños, de no perder el contacto. Su perfume te rodea a lo largo de todo el camino de vuelta a casa. En la noche, sumergido bajo las sábanas, piensas cómo saludarás a tu chica la mañana siguiente, con qué ojos la verás, con qué metro medirás lo que haga y deje de hacer, diga y deje de decir. La confusión toma el poder; el futuro ha dejado de ser monocromático. Como una serpiente que se muerde la cola, has regresado al punto en el que todo inició y donde jamás hubieras querido volverte a encontrar: un cruce de vías sin ninguna señalización oficial, sin mapas en el bolsillo, sin brújulas que orienten tu andar. Sabiendo muy bien que, antes o después, deberás optar si seguir con la ruta que te trajo hasta aquí o dar un giro hacia las profundidades de lo desconocido.

Todo lo dicho, es bueno aclararlo, quiere ser una especie de metáfora.

Hoy, luego de mucho tiempo, he visitado mi vieja oficina. Mi ex oficina, tan destartalada como siempre, incluso un poco más de como la dejé. He vuelto a ver amigos con los que compartí mil batallas; he recuperado fragmentos del ayer que casi había olvidado. Me dicen, para variar, que el horario es un infierno, las labores una pesadilla, el día a día una tortura china; que soy uno de esos reclusos afortunados que logra huir del calabozo cuando los guardias miran a un costado. Me río con ellos, que no conocen los últimos tragos amargos que me ha servido en pequeñas dosis mi trabajo actual, y dentro de mí concluyo que, a veces, el túnel que se excava hacia la libertad termina desembocando en el piso de piedra de una nueva prisión.

Mientras espero que el sueño me transporte de forma indolora al chirrido matutino del despertador y a un nuevo día laborable, no puedo dejar de pensar que, de repente, todo tiempo pasado fue mejor.

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Y los incautos a la fecha son...