El peor momento para encontrarse con una ex es cuando la chica con la que estás ha venido mostrando gota a gota algunos defectos que la bruma del enamoramiento impidió identificar en un principio, diluyendo un poco el crédito generado por las cualidades que, en cambio, la hacían tan irresistiblemente atractiva.
Y pasa así que una tarde de primavera, sin proponértelo, te tropiezas con ella, directamente desde tu pasado, y no puedes evitar sentarte a una mesa, intercambiar cortesías formales, ponerte lentamente al día sobre lo que el destino les deparó luego de que los caminos, hace un buen tiempo, se bifurcaran. Mientras la escuchas contarte anécdotas para ti inéditas, o la ves jugando con su cabello, o te mira a los ojos mientras se toma un café, se te complica terriblemente recordar por qué te fuiste, en qué estabas pensando, qué motivos te dio para cortar su historia en común.
Más bien, lo primero que te salta a la cabeza es que con tu chica actual no podrías tener ese tipo de conversación, porque no conoce a los amigos de los cuales estás rajando, no comparte ciertos gustos y aficiones que adquiriste antes de conocerla, o simplemente porque la rutina ha venido dirigiendo sus diálogos hacia la aridez de lo cotidiano. La cadencia que percibes ahora en el pecho, en cambio, suena a la vez novedosa y antigua, como la primera nieve del invierno.