Algo que muy pocos saben es que en los últimos años me he vuelto un fanático del baseball. Como es lógico, no me refiero a que lo practique, sino a disfrutar pasar horas en viendo los partidos en ESPN. Yo diría que llegando a un cierto nivel (finales de conferencia y World Series) hasta rivaliza con la NBA como tercer evento deportivo preferido. Supongo que no tengo que aclarar que los primeros son el fútbol y el tenis...
Mi relación con el diamante se remonta hace poco más de quince años. Uno de mis dibujos animados preferidos en ese entonces era Tommy, la stella dei Giants, un anime de los '70s originalmente llamado Kyojin no Hoshi, en el que se narraban las gestas de Hyuma Hoshi (en Italia, Tommy Young), legendario pitcher de los Tokyo Giants. Viendo la interminable (e hiperdramática) saga terminé aprendiéndome las reglas del deporte al detalle, a tal punto que cuando finalmente en el colegio se les ocurrió incluir baseball dentro de los deportes a aprender en Educación Física logré un cierto éxito (en realidad más por saber las reglas que por buen deportista). Poco después me volví adicto a otra serie japonesa, Touch (en Italia, Prendi il mondo e vai), también centrada en bates y guantes. Y en pleno auge de los videojuegos, recuerdo uno con personajes super deformed absolutamente hilarante, que consolidó mi afición por el juego.
Sin embargo, nunca me sentí realmente atraído por los partidos en la tele. De vez en cuando veía algún inning, pero nunca más que eso. Hasta el 2004: no sabría decir como empezó todo, pero de pronto estaba siguiendo la campaña de los Red Sox de Boston en los playoffs de la MLB, contra los Anaheim Angels. El equipo tenía unas individualidades tan bien definidas que casi parecía producto del casting de alguna película: tenían un bateador forzudo y decisivo (Big Papi Ortiz), un lanzador experto y al borde de la lesión que podría terminar su carrera (Curt Schilling), un corredor rápido y misterioso (Johnny Wolfman Damon), un catcher gruñón y pleitista (Jason Varitek), y algunos latinos habilidosos (Manny Ramirez y Pedro Martínez); y barrieron de tal forma a los Angels, que terminé por volverme un fanático.
Lo que sigue es historia. Los inolvidables 7 partidos en finales de la American League contra los Yankees, que ganaban 0-3, fue algo tan dramático que hasta mi en ese entonces novia y ahora esposa, que no entendía ni el juego ni las reglas, terminó convirtiéndose en una experta del juego. Un milagro adicional producido por un evento más único que raro (en toda la historia de definiciones a 7 partidos en los deportes USA, sólo ha sucedido 3 veces, y las otras dos son en el hockey de la NHL en 1942 y 1975!). La final contra los Cardinals fue un mero trámite, útil para seguir el festejo luego de algo tan alucinante.
Luego de dos años interlocutorios, en esta temporada los medias rojas retomaron la senda del éxito. Una racha impresionante a principios de temporada los catapultó a la cabeza de la American League, posición que lograron mantener hasta el final, clasificándose a los playoffs con amplia ventaja. En finales de división barrieron a los Angels sin mayores complicaciones. La victoria de conference, en cambio, costó sangre, sudor y lágrimas, de forma muy parecida a lo sucedido con los Yankees tres años antes. Se tuvo que recuperar desde 1-3, pero con unos pitchers como Josh Beckett, Daisuke Matsuzaka y el eterno Schilling se pudo realizar lo que parecía imposible. Y, nuevamente, las World Series se revelaron mucho más simples de lo previsto, con un 4-0 indiscutible sobre los Colorado Rockies.
El primer partido, en Boston, demostró que se iba por el buen camino: un 13-1 elocuente de la mano de Beckett. El segundo, en Denver, estuvo en equilibrio durante toda la noche, pero la victoria final por 2-1, gracias a prestaciones efectivas de Schilling, Okajima y Papelbon desde el mound, ratificó que los Rockies no iban a poder revertir la situación. Matsuzaka lideró el 10-5 del tercer match, pero gran parte del mérito va a una atrapada maestra de Julio Lugo cuando el resultado estaba 6-5 y con dos bases cubiertas. El último partido fue el más parejo e incierto, especialmente luego de que Okajima permitiera dos carreras a sus adversarios, quedando en un incómodo 4-3 que el infalible Papelbon se encargó de cuidar hasta el final.
Luego de 86 años sin ganar el campeonato, van dos títulos en tres años. No sé si soy yo que traigo suerte o si, al revés, me he arrimado a un equipo que venía en camino de ser ganador. Misterios de la vida, lo importante es que hay un motivo más para festejar. Y ahora se viene la NBA, donde espero que mis queridos Phoenix Suns finalmente logren campeonar luego de varios años en los que no han concretado en los playoffs todo lo positivo que logra en temporada regular: no llega a la final desde los tiempos de Barkley (1993)! Que la fuerza esté con Steve Nash & Co. ...
P.S.: ya me cambiaron la conexión de internet a tiempo de récord. Por lo tanto no van a haber retrasos causados por ese motivo. Bien por la Telefónica!
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